El pensamiento crítico en los niños. Por Aroa Caminero

EL PENSAMIENTO CRÍTICO EN LOS NIÑOS

¿QUÉ ES EL PENSAMIENTO CRÍTICO?

Continuamente estamos pensando. Sin embargo, el cerebro no puede procesar simultáneamente toda la información que nos llega y utiliza algunos “atajos” para funcionar adecuadamente. Esto hace que en muchas ocasiones nos dediquemos simplemente a acumular información de forma automática en nuestro cerebro sin habernos parado a analizarla, o que basemos nuestro pensamiento en prejuicios y otras ideas a veces distorsionadas. Por ello, a pesar de la comodidad que a veces esto supone, es muy importante no dejarnos llevar siendo imprescindible entrenar desde muy pequeños las habilidades necesarias para poder usar la inteligencia y el conocimiento de una forma racional y efectiva.

Así, el pensamiento crítico es el proceso intelectual, que se hace de forma consciente y autorregulada, que permite pensar con lógica y llegar a un juicio razonable analizando, evaluando, interpretando, infiriendo y explicando la realidad a través de cuestiones evidenciables y objetivas. Es decir, consiste en ser receptivo a la información, cuestionándola sin aceptarla directamente.

Así, las características del pensamiento crítico según la Mini-guía para el Pensamiento Crítico (2003) son:

  • La agudeza perceptiva: capacidad de realizar observaciones detalladas acerca de un objeto o información y emitir conclusiones;
  • Cuestionamiento permanentemente las cosas: no ser conformista y buscar y enjuiciar  el porqué de todo;
  • Construcción y reconstrucción del saber: estar pendiente de nuevos descubrimientos, relacionar los conocimientos nuevos con los antiguos;
  • Mente abierta: no tener opiniones rígidas, sino tener disposición a aceptar las ideas de los demás y reconocer cuando se está equivocado;
  • Coraje intelectual: Afrontar las decisiones difíciles o aceptar las críticas de los demás;
  • Autoregulación: capacidad de controlar nuestra forma de pensar y de actuar;
  • Control emotivo: mantener la calma ante ideas o pensamientos contrarios a los nuestros y no dejarnos llevar por los impulsos;
  • Valoración justa: otorgar a las opiniones y sucesos el valor que objetivamente se merecen.

¿POR QUÉ ES IMPORTANTE QUE LOS NIÑOS APRENDAN A PENSAR DE FORMA CRÍTICA?

Los niños están aprendiendo continuamente y cuando cuentan con habilidades de pensamiento crítico, son capaces de evitar el aprendizaje memorístico y rutinario para realizar aprendizajes significativos, es decir, piensan a través de lo que están aprendiendo para que el contenido se convierta en algo con sentido para ellos y no una mera acumulación de datos.

Por otro lado, pensar de forma crítica favorece la motivación y la curiosidad por aprender, ya que convierte al niño en el actor principal de su aprendizaje y no es un mero receptor de la información. Además, favorece el rendimiento académico ya que también prepara para la adquisición de competencias matemáticas, de lectoescritura y facilita la comprensión del método científico.

Además, pensar de forma crítica es pensar de forma racional, teniendo en cuenta todas las posibles opciones y las consecuencias derivadas de éstas y sin dejarse empujar por las emociones, lo que es una ventaja a la hora de resolver problemas y de tomar decisiones.

Saber pensar de forma crítica, también nos hace menos influenciables a las manipulaciones y a las informaciones erróneas, al ser capaz de cuestionar las cosas y analizar la veracidad de las mismas teniendo en cuenta evidencias objetivas.

Por último, pensar de forma crítica permite a los niños tener más conciencia social y moral, anticipar acontecimientos y actuar ante ellos con autonomía y responsabilidad, así como ser más flexible a nivel cognitivo, no dejarse llevar por los prejuicios y tener más tolerancia ante distintos puntos de vista.

¿CÓMO DESARROLLAR EL PENSAMIENTO CRÍTICO EN LOS NIÑOS?

Hay niños que de manera innata son más curiosos que otros y que se cuestionan las cosas de forma natural. Sin embargo, todos pueden aprender habilidades de pensamiento crítico y tanto los padres como los profesores pueden ser los mejores maestros para ello. Algunas actividades que pueden realizarse para desarrollar el pensamiento crítico son:

  • Siempre que un niño pregunte el porqué de algo, es importante no responderles de forma directa, sino preguntarle qué cree él para que primero obtenga sus propias conclusiones. Posteriormente, el adulto sí puede añadir información adicional;
  • Realizar actividades de observación, en las que el niño tenga que emitir juicios a través de pequeños detalles. Por ejemplo, pedirle que observe bien un dibujo y preguntarle: ¿qué crees que está ocurriendo aquí?, ¿Por qué crees que está ocurriendo eso?
  • Servir de modelo a los niños pensando en voz alta ante la resolución de un problema o situación para que vean cómo lo hacemos nosotros;
  • Antes de una lectura, ya sea de un libro o de una lección, hacerle preguntas para que sea consciente de la información previa que conoce acerca de esa lectura o de ese tema;
  • Al terminar de leer una lectura o una lección, preguntar qué sabía antes sobre ese tema y qué sabe ahora y si ha cambiado algo de lo que pensaba;
  • Siempre que se pueda, permitir que el niño aprenda por proyectos de modo que tenga que buscar información en distintos sitios, analizarla, resolver las dudas que le surjan, resumirla y exponerla a otros, ya que esto permite profundizar en lo que está aprendiendo;
  • Enséñale a evaluar su trabajo de forma objetiva. Por ejemplo, puede realizar una especie de control por escrito acerca de lo que ha aprendido, ya que escribirlo implica ser consciente de lo que uno sabe, sintetizarlo y exponerlo, y posteriormente, deberá cotejar su información con la obtenida en otros medios (libros, enciclopedias…) para corregirse, añadir información o eliminar lo que no es relevante;
  • Trabajar la realización de inferencias. Por ejemplo, tanto en un relato oral o en una película como en un texto, podemos preguntarle porqué ocurren determinadas cosas, como las interpreta el niño. Lo mismo haremos cuando lea un texto; trabajaremos el establecimiento de hipótesis centrándonos en preguntarle no sólo cuestiones memorísticas (qué, cómo, cuándo, dónde), si no sobre aspectos que no vienen de forma literal en el texto y que él debe sacar a través de la información explícita y de sus conocimiento previos.
  • Ayudarle a comprender conceptos de forma crítica. Por ejemplo, podemos pedirle que busque un concepto en el diccionario para después preguntarle qué significa para él ese concepto y hacer que lo aplique en alguna frase o en algún ejemplo de forma espontánea;
  • Enseñarle a trabajar en equipo, a compartir las ideas de los demás, a llegar a un acuerdo común y a ceder en algunos aspectos;
  • Entrenarle en la resolución de problemas cotidianos: ayudarle a identificar el problema, hacer una lluvia de ideas sobre todas las posibles soluciones, pensar las ventajas e inconvenientes de cada una de ellas y decidir cuál es la mejor opción final;
  • Realizar debates acerca de temas controvertidos en los que tenga que defender su postura, pero también la postura contraria, con argumentos y no con opiniones o creencias;
  • Enseñarle a comparar y contrastar cosas. Por ejemplo, preguntarle en qué se parecen y se diferencian dos conceptos o dos personajes o dos historias;
  • Cuando se equivoque hazle preguntas para ayudarle a encontrar la verdadera solución y anímale también a hacer preguntas a él para que pueda investigar más y autocorregirse;
  • Transmítele algunos valores esenciales como la empatía, la responsabilidad, la tolerancia, la justicia… para que pueda utilizarlos a la hora de cuestionarse la realidad que le rodea;
  • En aquellos aspectos en los que pueda hacerlo, déjale decidir con autonomía para que aprenda a asumir la responsabilidad de sus decisiones.

Un nuevo día: Una nueva oportunidad para descubrir tus talentos. Por Ángel Peralbo

A veces es inevitable que asociemos talento al desarrollo extraordinario de determinadas características o cualidades que alcanzan cotas muy altas de éxito o de notoriedad, no obstante, la realidad es que el talento tiene que ver más bien con el desarrollo de cualquier aspecto que ensalza a la persona, apoyándose en sus fortalezas y haciéndole sentirse satisfecha y feliz en relación al mismo. La psicología del talento genera a la persona sensaciones muy positivas de superación y de valía. Facilita una autoestima alta y realza la individualidad de cada uno. Frente a la competitividad el talento facilita la diversidad y el autodesarrollo.

 Todos tenemos aspectos que nos hacen únicos y esto hace que el talento precisamente se asiente en las particularidades de cada persona.

Por lo tanto todas las personas pueden aportar lo mejor de sí mismas. Esto es el talento.

Si bien, existen dos condiciones sin las cuales este no será posible: la primera es que hay que descubrirlo y la segunda, que hay que desarrollarlo.

Existen lo que podríamos llamar los grandes momentos del Talento, esas etapas evolutivas donde se dan las mayores oportunidades para descubrirlo, favorecerlo, fomentarlo y disfrutarlo.

El primer gran momento coincide con la más temprana infancia, ese período de tiempo que va de cero a seis años y que supone una oportunidad extraordinaria para descubrir en los más peques sus tendencias, esas cualidades que más o menos evidentes, sobresalen y ya indican lo diferentes que nacemos y la carga individual y personalizada que trae la mochila de cada ser humano, antes del acto mismo de nacer. Son unos años que brindan la ocasión de aportarles lo que se ha demostrado, es la base más sólida de todas las personas, su seguridad emocional, su integridad afectiva, y ello gracias a la tendencia natural que tenemos a empaparnos del entorno, apoyándonos en él y buscando ya de manera innata, el apego, la seguridad, la confianza, como claves necesarias para poder vivir con seguridad en un entorno, que a pesar de ser irremediablemente necesario para vivir, en principio no estamos preparados para ello ni lo estaremos en mucho tiempo. Aquí el talento será más bien una fuerza, una tendencia, algo que de forma más bien potencial, va surgiendo gracias principalmente a los adultos que se encargarán de descubrirlo. Las claves del talento serán: observar, descubrir, estimular, fomentar sin demasiadas restricciones y sobre todo, con la convicción de que esa personita que tenemos delante, con total seguridad lo conseguirá. Hay experiencias constatadas donde en la escuela infantil ya se han visto cualidades de las niños y niñas con una proyección a largo plazo que con el paso de los años, los padres nos han hecho partícipes de que se han cumplido.

Solo así se conseguirá que los padres, educadores, familiares y amigos, apoyen y transmitan la seguridad que necesitamos, particularmente a esas edades para ir confiando en nosotros mismos. Un entorno que está seguro, transmite seguridad y unos adultos que demuestran confianza, cosechan autoconfianza en los más pequeños. Podríamos decir que es parecido a lo que ocurre durante estos primeros años de vida, cuando los vínculos de apego tienen un papel básico y así, si los niños y niñas se sienten queridos aprenderán a querer, de igual forma, que si se sienten importantes y valorados positivamente, aprenderán a valorar de similar forma, a los demás y a ellos mismos.

 A continuación, el talento discurre por una etapa donde las personas tenemos más participación en él, más voluntariedad y aunque seguimos imitando en alguna medida lo que nos rodea, lo hacemos con más búsqueda activa, de tal manera, que a estas edades surgen un sinfín de oportunidades para desarrollar nuevos gustos, aficiones, otras inquietudes, etc. un momento propicio para aprovechar todo tipo de oportunidades.

Si tienes un adolescente en tu vida, prueba, ofrécele experiencias nuevas y variadas, resiste sus posibles reticencias y ya verás…

Desgraciadamente en este sentido muchas veces nos movemos exclusivamente por lo convencional y nos olvidamos de la pluralidad de actividades que se pueden hacer y que nos aportarían una gama tan amplia, que nos garantizaría algo que a priori debería de ser lo normal: que hay posibilidades para todos y que cualquiera puede desarrollarse con singularidad. Es fácil observar como cuando un preadolescente o adolescente no encaja, tendemos a pensar en él o en ella en términos de inadaptación o aún más lamentable, en términos de fracaso, cuando en no pocas ocasiones es el sistema que además de limitado es incapaz de plantearse el desarrollo de personas de manera plural, tendiendo a fomentar aquello que se supone que ha de ser en vez de aquello que podría ser. ¡Qué paradoja, que fomentar la pluralidad facilite la singularidad!

Paul McCartney cambió la trompeta que le regaló su padre por una guitarra y pasó completamente de las clases de música porque prefería aprenderla de oído. A los quince años ya componía con John Lennon. Otro ejemplo es Hovik Keuchkerian, comediante, escritor, poeta y ex-boxeador, que ya antes de cumplir los dieciocho años montó un gimnasio para cumplir uno de sus sueños: ser campeón de España de boxeo en la categoría de pesos pesados. Pasados los treinta sigue sorprendiéndonos con sus nuevas facetas y talentos, desarrollándose como actor de televisión y cine. Hay infinidad de casos en los que el talento se descorcha a esta edad y no deja de burbujear ni en la senectud.

El tercer gran momento es más amplio que los anteriores y no se circunscribe a una etapa concreta de la vida, más bien se extiende a lo largo de toda ella. No obstante, habrá quien piense que si a cierta edad ya no se tiene, no se descubrirá nunca, de la misma forma que hay personas que creen que no poseen ni poseerán nunca ningún talento. En realidad lo que ocurre es que es posible que nunca hayan pensado que podía ser de otra forma  o que hayan asumido mucho tiempo atrás que esto es inevitablemente así y no hay más vueltas que dar. El mayor problema que tiene la psicología del talento para despegar, para evolucionar, para cambiar no es precisamente ninguna estructura neuronal caduca o acabada, sino las creencias que elaboramos, que actúan como corsés que impiden, coartan o limitan lo que cada persona podría llegar a lucubrar, imaginar, visualizar, perseguir y conseguir. Y si van aderezadas de miedo o de sensación de incapacidad, peor aún. Pero también está ahí la clave del éxito, la posibilidad de creer en nuevas fuerzas, o renovadas, creer en sí mismas, en nuevos proyectos y actividades nunca antes experimentadas e incluso ni pensadas, en nuevos compañeros y compañeras de viaje, etc. El talento, una vez se zafa de esos pensamientos limitantes y conservadores, puede florecer y expandirse hasta la satisfacción de los más exigentes. Cualquier edad es idónea para, buscarlo, fomentarlo o compartirlo. “No dejes escapar el tuyo”. Como diría Ken Robinson, ¡encuentra tu Elemento!

Rodéate de talento y de personas con talento. La generosidad del talento es una de las cualidades más ambiciosas del mismo ya que aquella persona que se siente afortunada y que es plenamente consciente de sus talentos, lo puede llegar a compartir, lo puede poner a disposición de los demás, lo puede difundir como si a ella también le hubiese sido dado de algún modo y ella solo hubiese tenido que descubrirlo y alimentarlo.

Mi deseo para cada nuevo Día, es que sea cual sea el momento vital en el que estemos, nos sigamos empeñando en desarrollarnos como personas que buscamos, curioseamos, nos formamos, aprendemos y seguro, que encontramos.

Ejercicios para fomentar la memoria de niños de más de 13 años. Por Aroa Caminero

¿QUÉ ES LA MEMORIA?

Podríamos definir la memoria como la capacidad para retener información, ordenarla y hacer uso de ella en el momento en que la necesitamos. Teniendo en cuenta lo anterior, es obvio que la memoria y el aprendizaje van de la mano y están estrechamente relacionados si entendemos el aprendizaje como la adquisición de nueva información para su uso y aplicación en nuestra vida cotidiana. Por ello, es muy importante estimular la memoria de los niños desde que son muy pequeños adaptándonos a la etapa evolutiva en que se encuentran, ya que muchos de los estímulos que reciba el niño quedarán almacenados en su memoria para siempre y favorecerán su capacidad de aprendizaje.     IMPORTANCIA DE LA MEMORIA EN LA ADOLESCENCIA Cabe señalar que durante la adolescencia, gran parte de los recursos cognitivos y memorísticos se dedican al aprendizaje de las materias escolares (memoria semántica), por lo que tener herramientas para potenciar este tipo de memoria en esta etapa será fundamental para los adolescentes. En este momento vital, también es imprescindible tener una buena memoria de trabajo, que es la capacidad para mantener información activa en la mente y trabajar con ella durante un momento con el objetivo de completar una tarea, ya que entre otras cosas, interviene de forma directa en muchos de los procesos de aprendizaje (por ejemplo, hacer cálculos mentales, tomar apuntes…). Por otro lado, los procesos de atención también cobran un papel muy importante a la hora de memorizar, ya que es imprescindible estar atento para poder codificar la información y que la información se almacene en nuestro cerebro.   HÁBITOS DE VIDA SALUDABLES QUE FAVORECEN LA MEMORIA Diversos estudios científicos demuestran que mantener unos hábitos de vida saludables durante la adolescencia tiene efectos directos sobre la capacidad de memoria y de aprendizaje en general. Así: SUEÑO: Se ha demostrado que mientras dormimos, durante la fase de sueño REM, se produce la consolidación de los aprendizajes realizados durante el día, de manera que es imprescindible que los adolescentes duerman las horas necesarias. Además, también se ha demostrado que la falta de sueño afecta directamente a la atención y a la concentración, procesos imprescindibles para la memorización.

  • ALIMENTACIÓN: Realizar una dieta saludable, baja en grasas y rica en omega 3 y antioxidantes, ha demostrado tener efectos positivos sobre el cerebro y en concreto, sobre la capacidad de memoria.
  • EJERCICIO FÍSICO: hay evidencias científicas que demuestran que el ejercicio físico mejora el rendimiento cognitivo, al mejorar el flujo de oxígeno en el cerebro. Además, el ejercicio también modifica la estructura y funcionalidad del cerebro facilitando los aprendizajes.
  • ESTRÉS: los niveles bajos de estrés protegen la memoria y la concentración mientras que los niveles elevados de ansiedad bloquean la memoria produciendo el efecto de “quedarse en blanco”.
  • TIEMPO DE OCIO: la realización de actividades agradables permite desconectar de las obligaciones diarias y mejora el estado de ánimo y esto a su vez, favorece la capacidad de memoria y el aprendizaje.

EJERCICIOS PARA POTENCIAR Y MAXIMIZAR LA CAPACIDAD DE MEMORIA Dentro de los procesos de memoria, encontramos 3 fases por las que pasa la información y sobre las que deberemos poner en práctica estrategias para favorecer la memorización:

  • CODIFICACIÓN: consiste en recibir la información y procesarla para poder crear una huella sobre ella en la memoria;
  • ALMACENAMIENTO: consiste en crear un registro permanente en la memoria de la información codificada previamente;
  • RECUPERACIÓN: consiste en acceder a la información almacenada en la memoria para poder utilizarla.

Además, cabe señalar que los ejercicios que podemos llevar a cabo para fomentar la memoria de los adolescentes, pueden clasificarse en dos tipos de estrategias:

  • Las que sirven para estimular y maximizar directamente la capacidad de memoria;
  • Las que sirven para compensar la falta de memoria o la limitación de la capacidad mnésica.

En este sentido, algunas de estas estrategias para fomentar la memoria semántica y el aprendizaje de los adolescentes son:

  • Organizar y planificar de antemano las tareas, ya que esto permite el peso de la memoria a la hora de realizar las actividades. Dividir las tareas en pequeños pasos también evita saturar la memoria de trabajo;
  • Es imprescindible organizar con tiempo lo que se va a estudiar, ya que el aprendizaje es más eficaz si se memoriza poca información cada vez;
  • Dado que la capacidad de memoria es limitada, utilizar estrategias de control externo como la agenda ayuda a que no olvidemos tareas o actividades importantes y a que podamos seguir nuestra planificación;
  • Evitar estudiar de memoria, intentando redactar los contenidos con nuestras propias palabras de un modo lógico y coherente para profundizar en la información, ya que de este modo la codificación es mejor;
  • Extraer las ideas principales de los textos diferenciándolas de las secundarias, por ejemplo subrayando o haciendo resúmenes o esquemas con el objetivo de trabajar con profundidad los contenidos y evitar cargar la memoria con información literal;
  • Relacionar los contenidos que tenemos que aprender con otros ya aprendidos, ya que activando conocimientos previos favorecemos también el aprendizaje significativo y descargamos peso a la memoria;
  • Llevar a cabo estrategias de visualización o verbalización, creando imágenes visuales del material que debemos recordar o describiéndolo verbalmente, ya que así aumentamos la capacidad de registro puesto que procesamos la información visual y verbalmente, y por tanto, tendremos más posibilidades de recordar al codificar mejor la información;
  • A la hora de estudiar, ayuda también la aplicación de estrategias mnemotécnicas para recordar más eficazmente (asociación, agrupación, exageración, recordar el contexto, método del relato, método de la cadena, etc.);
  • En las tareas escolares, automatizar procedimientos (por ejemplo, siempre que hacemos un problema de matemáticas primero leemos muy bien el enunciado, sacamos los datos, luego pensamos y hacemos la operación correspondiente y lo revisamos) ayuda a centrar la memoria en lo importante de la tarea y no en aspectos secundarios.
  • Utilizar autoinstrucciones, ya que llevar a cabo un lenguaje interno que verbaliza y dirige lo que estamos haciendo, permite focalizar la atención en lo que estoy pensando y favorece su memorización (codificación);
  • Repasar y examinarse de los contenidos de manera repetida para retenerlos mejor en la memoria (de inmediato, a medio plazo y el día anterior al examen), mejor si se hace por escrito con simulacros de examen ya que así favorecemos el almacenamiento de la información y también entrenamos la recuperación en el mismo formato en que tendría que ser recuperada el día del examen escolar;
  • Responder preguntas sobre un libro que haya leído o sobre una película que haya visto, insistiendo en el orden de los sucesos y en las causas-consecuencias ayuda a entrenar al cerebro a organizar temporalmente hechos y a realizar inferencias, lo que favorece también la capacidad de memoria;
  • Hacer actividades de cálculo mental (por ejemplo, contar hacia atrás de dos en dos) u otro tipo de tareas que requieren mantener y manipular información mentalmente como las de N-BACK (recordar diferentes posiciones de letras, sonidos o dibujos en una secuencia amplia y continua) para entrenar la memoria de trabajo;
  • En el área de matemáticas, evitar hacer las operaciones matemáticas más complejas mentalmente para evitar sobrecargar la memoria de trabajo, ayudándose de un papel especialmente dedicado para ello.
  • Del mismo modo, es conveniente desarrollar todos los pasos de manera explícita en las operaciones y problemas matemáticos, sobre todo en los exámenes escolares, ya que disminuiría el número de errores por descargar el peso de la memoria en la realización mental de los pasos intermedios.
  • Realizar actividades que estimulen la memoria en los ratos de ocio como juego de palabras, juego de recordar objetos, recordar una historia con la mayor cantidad de detalles posibles, recordar listas de números, juegos de mesa como el memory, el cluedo, simon dice…
  • Poner en práctica estrategias de relajación de forma periódica como la relajación muscular progresiva, la respiración abdominal o el mindfulness, con el objetivo de reducir los niveles de estrés y favorecer la capacidad de memoria.

EDUCAR CON CARIÑO. Educar con acierto. Por Ángel Peralbo

Nuestros Nuevos Cursos talleres para madres y padres.

Quiero recordar en este post algunas reflexiones de la psicóloga Mª Jesús Álava Reyes con objeto de participar en mi libro “Educar sin ira”. Resultan de lo más oportuno en este momento en el que reiniciamos el curso y ponemos en marcha nuestra nueva y renovada edición del Curso y Taller para Madres y Padres.

Aparentemente todos coincidiríamos en este principio: educar con y desde el cariño, el respeto, la confianza, la generosidad… Pero, no nos engañemos, no resulta sencillo hacerlo.

Los niños aprenden por modelo. Ellos constantemente nos están observando, analizando, incluso juzgando, y muchas veces nosotros pensamos que lo hacemos bien, y no somos conscientes de nuestra falta de coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos.

Si queremos transmitirles confianza en nosotros mismos y en sus posibilidades, seguridad en lo que hacemos y en lo que esperamos de ellos, estabilidad emocional, optimismo… tendremos que prepararnos concienzudamente para lograrlo, pues son cualidades que podemos llevar dentro pero, con frecuencia, no las sabemos manifestar ni transmitir como deberíamos en nuestros día a día; no las reflejamos en nuestras conductas.

Los profesionales que estamos en estrecho contacto con los sentimientos y las emociones, constatamos demasiados mensajes de desesperanza, de intransigencia y de apremio… Escuchamos una y otra vez frases llenas de reproches, cargadas de intolerancia y de pesimismo.

Este hecho es particularmente grave, porque la psicología nos enseña que cuando los padres, educadores, tutores…, las personas de referencia en la educación de los hijos y de los alumnos experimentan esas emociones negativas, les resulta muy difícil no transmitirlas.

Llevamos años dedicando gran parte de nuestros esfuerzos a la investigación de las emociones, y lo hacemos tanto en el ámbito de la familia, como de la escuela y del trabajo.

Entre nuestros objetivos está el enseñar a los padres a conseguir el nivel de autocontrol emocional que necesitan, para que puedan transmitir a sus hijos la serenidad, la paciencia y la seguridad que necesitan.

De la misma forma intentamos que los educadores puedan sentirse orgullosos de su labor, recompensados por su esfuerzo y motivados para afrontar ese día a día que puede ser tan estimulante, cuando consiguen que sus alumnos desarrollen los valores que necesitan, para ser y convertirse en personas honestas, sinceras, leales y solidarias.

Educar con cariño y con sentido común es nuestro objetivo. De esta forma conseguiremos ser personas cercanas y firmes a la vez, capaces de mantener un adecuado equilibrio entre la necesidad de poner límites y trabajar los hábitos. No pararemos hasta lograrlo, pero recordaremos que lo haremos siempre desde el amor, la ternura y el afecto.

Si nos esforzamos por aprender de nuestra relación con los demás, incluso de aquellas vivencias que conllevan dificultades, conseguiremos crecer como personas y ser referentes para nuestros jóvenes y adolescentes. Reflexionemos sobre cómo nos hubiera gustado que actuasen con nosotros los que en su día tuvieron la responsabilidad de educarnos, y coincidiremos en que les hubiéramos pedido que actuasen con coherencia, con seguridad y con cercanía.

Ahora tenemos la gran oportunidad. Nos toca intentarlo en primera persona. Trabajaremos el autocontrol de nuestras emociones negativas, especialmente en nuestra relación con los demás; este hecho nos permitirá favorecer la seguridad, la confianza y el optimismo; tres factores claves que nos ayudarán a desarrollar el equilibrio emocional que los chicos y chicas de hoy tanto necesitan.

Finalmente, resulta crucial que nuestros hijos y alumnos nos recuerden como personas que hemos estado cerca de ellos, a pesar de la lejanía que a veces mostraban; que hemos sido afectivos y tolerantes, no cayendo en sus provocaciones e inseguridades; que hemos desarrollado cada día nuestra sensibilidad; a pesar de su aparente frialdad. Y que todo lo hemos hecho desde el más profundo de los respetos, pero también desde la más firme de las convicciones.

Os esperamos para trabajar juntos.

10 pautas para llevar mejor la Vuelta al Cole. Colaboración de Aroa Caminero con papasehijos.com

Aroa Caminero Ruiz, psicóloga del Centro de Psicología Álava Reyes nos brinda 10 pautas para llevar mejor la Vuelta al Cole y el comienzo del nuevo curso escolar.

La vuelta al cole en septiembre supone para los niños dejar atrás los días en los que la mayor parte del tiempo es ocio, las pocas responsabilidades y la flexibilidad de horarios, hábitos y normas…

Al igual que ocurre en los adultos, volver a la rutina después de casi 3 meses de relax, puede provocar en los niños algunos síntomas de malestar como bajo estado de ánimo, apatía, irritabilidad o somatizaciones como dolor de cabeza, de tripa o vómitos…

Por ello, para ayudarles a afrontar mejor la vuelta al cole, es conveniente llevar a cabo algunas pautas:

1. Es aconsejable regresar a casa unos días antes de la incorporación al colegio e ir ajustando los horarios y rutinas. Hay que dejar atrás paulatinamente el horario flexible de los días de vacaciones y acostumbrar de nuevo a los niños a los tiempos y rutinas diarias en casa: tiempos más ajustados de juego, ducharse y cenar antes, levantarse antes…

2. Preparar con antelación la ropa, los libros nuevos y el material necesario para las clases. Ir revisando materiales de años anteriores para reutilizarlos, forrar los libros o comprar el uniforme o un nuevo estuche los días anteriores a la vuelta al cole nos evitan prisas de última hora y pueden convertirse en un momento especial para compartir y disfrutar con nuestros hijos.

3. Aunque es recomendable que los niños dediquen un corto espacio de tiempo diario a leer y a reforzar algunos aprendizajes en verano, si no lo han hecho conviene volver a incorporar progresivamente un ratito diario de deberes para que la vuelta al trabajo y al esfuerzo cognitivo no sea tan brusca.

4. Anticiparles en positivo la vuelta al cole (recordar con ellos anécdotas positivas del curso académico anterior, los amigos que van a volver a ver, todas las cosas nuevas que van a aprender…) y no agobiarles con las obligaciones que conlleva (“este año que ya eres mayor vas a tener muchos deberes”).

5. Cuando el inicio del curso suponga cambios o retos grandes (cambio de ciclo, cambio de colegio, mezcla de compañeros en las clases…) puede ser normal que estén más nerviosos de lo habitual. En estos casos conviene aportarles toda la información que tengamos sobre los cambios para prepararles y practicar con ellos unos días antes alguna técnica de relajación como la respiración abdominal.

6. Dejar todo lo del niño preparado la noche anterior al primer día de clase (mochila, ropa) y levantarse con tiempo al día siguiente para no ir estresados desde el primer día.

7. Acompañar al niño a clase el primer día si es posible y aprovechar el camino para hacer algo positivo como charlar o hacer juegos de palabras.

8. Tenemos que dar ejemplo a nuestros hijos para que vean que nosotros también nos adaptamos a la rutina adecuadamente y que no la perciban como algo negativo: que no nos vean nerviosos, enfadados o estresados.

9. Conviene seguir haciendo algunas actividades parecidas a las de las vacaciones (pasear, bajar a la piscina, jugar con ellos) al menos durante la primera semana de clase siempre que se pueda y aprovecha los fines de semana.

10. No hay que olvidar reforzarles positivamente todos los esfuerzos por adaptarse y el trabajo diario una vez comiencen el cole.

La importancia de tener indicadores en la familia. Por Ángel Peralbo

Es costumbre que en las Organizaciones Empresariales modernas o en algunas al menos, se establezcan señales que nos puedan indicar claramente cómo marchamos en relación a aspectos de negocio tan importantes como las ventas, los costes, los beneficios, el stock, etc. generalmente en relación con unos objetivos que se han estudiado y marcado reflexiva y anticipadamente. Estas señales son a los objetivos como la visualización de la ruta lo es al lugar al que nos dirigimos utilizando un gps, es decir, una forma clara y relativamente rápida de evaluar la marcha que llevamos. Sin estos “indicadores” el funcionamiento recae de forma excesiva en la intuición, de tal manera que según quien lo piense o cómo lo vea, se puede llegar a concluir que estamos haciendo las cosas bien, regular o mal. Si en una organización preguntamos a distintos departamentos, ya sea producción, marketing o dirección financiera y apelamos a su intuición, podemos obtener diferentes visiones, la mayoría de las veces difícil de casar entre ellas y en general, más condicionadas por el momento en que se les pregunta o por la visión particular de la persona que nos responde. No digamos ya la influencia que puede tener el momento de la semana a la hora de percibir ciertos aspectos del trabajo o el estado de ánimo asociado a la reflexión en cuestión. Lo puede condicionar todo.

Pues bien los indicadores son imprescindibles como herramientas asépticas y objetivas que tengan la capacidad de medir algo, ya sea el número de productos creados, o distribuidos o gastados o el número de horas empleadas en determinados procesos de la producción, o las ofertas pasadas o los pedidos hechos o infinidad de ítems que se pueden crear a la hora de poner en marcha señales que nos informen y alerten de cómo vamos respecto a lo que nos hemos propuesto.

¿Qué ocurre en casa? ¿Cómo funcionamos en esta gran empresa?

No nos imaginamos lo parecidas que pueden llegar a ser ambas instituciones, una organización empresarial y una familia, sólo hay que observar los elementos que las componen y las funciones que realizan: un líder, administración, gastos, producción e ingresos, trabajo en equipo, disputas de poder, colaboración y negociación. Todo ello aderezado en la familia por afecto y amor que viene a ser el sustento de las propias relaciones, en diferentes calidades y cantidades.

Para lo que nos ocupa, en primer lugar hay que establecer un objetivo ya que no es lo mismo plantearnos vender cuantos más productos mejor que fabricar o distribuir productos de alta calidad a un público exclusivo y con unos estándares de calidad extraordinaria. En familia pasa algo parecido, no es igual querer aparentar por aparentar y que se note que somos modélicos, que el hecho de que tengamos unos valores asentados y bien dirigidos para crecer fuertes. El éxito a largo plazo está más asegurado en esta estrategia, tanto en lo que tiene que ver con la consecución de objetivos como con el grado de satisfacción de las personas.

Hemos de hacernos la pregunta de hacia dónde queremos ir y qué queremos conseguir. Pero sobre todo tenemos que centrarnos de manera concreta en cuáles son los aspectos importantes por los que nos movemos. Por ejemplo, hay padres y madres que están muy centrados en conseguir que sus hijos obtengan una formación académica lo suficientemente ambiciosa como para asegurar que en un futuro estos puedan sobrevivir en un mundo cada vez más competitivo. Pero para esto nos podemos centrar en resultados y así considerar que vamos bien cuantos más sobresalientes sacan nuestros hijos e hijas o bien, podemos centrarnos en el proceso y sentir que vamos bien cuando demuestran en el día a día, trabajo, esfuerzo y constancia. Será bien distinto utilizar unos indicadores u otros y pensar en el largo plazo será una premisa fundamental si queremos que el éxito nos acompañe por muchos años. El corto plazo nos puede dejar tranquilos de momento pero sostenibilidad en el tiempo es la auténtica señal del éxito.

Definir unos valores con los que nos identifiquemos será también una acción que tendremos que llevar a cabo cuando antes. Ello ayudará no sólo a que los padres vayan al unísono sino a que los retoños crezcan en un ambiente donde existan señales claras de por dónde y cómo han de circular. En cualquier otro caso sería el caos.

Principales indicadores en la Familia

El afecto. Su importancia radica en que es consustancial a las relaciones humanas en los ambientes íntimos y por tanto en la familia. Viene a ser algo así como el pegamento, esa sustancia que tiene propiedades para unir y mantener juntos a los distintos componentes. Sin afecto corre peligro el vínculo, como una de las claves que resiste al paso del tiempo y al deterioro que puede sufrir la familia por las diferentes e inevitables adversidades que pueden acontecer. En la Empresa puede no existir el afecto pero en la Familia es imprescindible.

Evalúa cómo está, cómo se aprecia, cómo fluye entre todos los miembros, cómo se demuestra entre unos y otros, cómo ha podido cambiar a lo largo del tiempo…

La comunicación. Es el mecanismo que nos va a permitir testar cómo se encuentran otros muchos indicadores familiares, tanto los que nos pueden hablar de cómo se encuentra el grupo, como de cómo está cada uno. Sin comunicación, pueden estar ocurriendo cuestiones importantes y quizá las desconocemos. Somos “comunicación” por naturaleza y el aislamiento puede empobrecer los lazos. Es necesario fomentarla, mantenerla e intentar que sea lo más positiva posible, ya que es el elemento vehicular que vertebra el resto de cuestiones.

Evalúa si hay o no comunicación entre todos, si es escasa o suficientemente amplia como para que sepáis cómo estáis de verdad, si es positiva o en cambio es una comunicación que refleje enfado, reproches y tiranteces.

La autonomía. Supone un indicador de calidad de las propias relaciones ya que a mayor autonomía, mayor libertad para emplearse responsablemente en participar en la familia. Como indicador nos informa también sobre dependencia entre los miembros y nos permite calibrar cómo se van a comportar en un futuro los miembros de la familia, ya que una vez más, a mayor autonomía, mejores expectativas en el sentido de que serán capaces de funcionar por sí mismos y por lo tanto aportar sus propias vivencias y valores al resto.

Evalúa cómo es vuestro estilo educativo en este sentido, si sois sobreprotectores, si sois capaces de valorar la iniciativa de los demás, hijos y pareja, etc.

La satisfacción personal. Cómo de satisfechos están todos, cómo se encuentran, si son felices o por el contrario están amargados, insatisfechos o eternamente enfadados. Es un indicador de la felicidad de la persona en casa. Si es alto, significa que frente a todas las dificultades, que inevitablemente aparecen en la vida, la persona satisfecha mantiene una visión positiva de sí misma y del entorno. Es un indicador de éxito que nos dice que vamos bien. En la familia en muchas ocasiones se ha malinterpretado este indicador, llegando a pensar que está más satisfecho quien más tiene por ejemplo, cuando en base a los estudios llevados a cabo con niños, adolescentes y jóvenes, los resultados han sido precisamente, que un control moderado y consecuente de privilegios y cosas positivas que pueden tener, genera mayor regulación, felicidad y sensaciones positivas.

Evalúa cómo se encuentran los que te rodean, si les ves felices, satisfechos, si sonríen, si participan, si es alto su nivel de motivación, etc.

El respeto. Nos indica cómo se están configurando las relaciones entre los miembros de la familia en relación a un aspecto esencial para el ser humano, el derecho a sentirse bien tratado, sin sentirse agraviado, molestado o agredido incluso por nadie. Ha de ser mutuo entre todos los miembros de la familia y como indicador, nos dice mucho sobre la salud de la familia, de tal manera que si existe falta de respecto, podemos decir que las relaciones son pobres, negativas o incluso podríamos hablar de dañinas.

Evalúa si os respetáis, si tenéis en cuenta la integridad de los demás, si os esforzáis por entenderlos para poder tenerlos en cuenta, si os sentís bien tratados por el resto y existe reciprocidad en el empeño.

El cuidado del otro. Este aspecto resulta particularmente importante en el ámbito de la familia, ya que al principio es indispensable para la supervivencia del ser humano y sin él, no seríamos capaces de crecer sanos, fuertes e íntegros. Pero además, supone la forma en que medimos la calidad de las relaciones familiares puesto que nos dice la responsabilidad que unos miembros asumen sobre otros por el mero hecho de ser familia y estar predestinados a serlo de por vida. Supone la garantía de un apoyo constante, algo tan necesario para las personas.

Evalúa cuánto os preocupáis los unos por los otros, si os ocupáis solamente de vosotros mismos o si percibís reciprocidad en este aspecto, cuál es el nivel de seguridad cuando estáis con los vuestros, cuánta confianza depositáis en el resto.

Es importante no dejar pasar el tiempo sin más, esperando a que las cosas ocurran solas, esperando a que todo esté bien sin más, ya que esto será así en la medida en que lo estemos haciendo bien, guiando hacia nuestros objetivos y trabajando teniendo en cuenta el largo plazo. Echemos un vistazo a nuestros indicadores, que nos dirán cómo vamos, si estamos consiguiendo lo que nos proponemos y si tenemos que rectificar algo o poner en marcha otros recursos que nos apoyen en este gran proyecto que tenemos en marcha. Nos sentiremos ampliamente satisfechos cuando sepamos ver cómo realmente vamos.

Inteligencia Emocional en la Adolescencia II. ¿Por qué es importante mejorarla? Por Aroa Caminero

Según los autores Mayer y Salovey, la Inteligencia Emocional es la habilidad para:

  • Percibir y expresar las emociones de manera adecuada en uno mismo y en los demás.
  • Facilitar el pensamiento a través de las emociones teniendo en cuenta los sentimientos cuando razonamos o solucionamos problemas;
  • Comprender las emociones;
  • Regular las emociones, estando abierto a estados emocionales tanto positivos como negativos y controlando las emociones propias y las de los demás.

¿Por qué es importante desarrollar la inteligencia emocional en la adolescencia?

Sabemos que la Inteligencia Emocional pueden ser desarrolladas y mejoradas y que cualquier momento vital es bueno para aprender a hacerlo. Sin embargo, la adolescencia es un momento idóneo porque el desarrollo cognitivo ya es similar al de un adulto y además, se dan nuevas situaciones vitales estresantes en las que poner en práctica estas habilidades que pueden ayudar a paliar la enorme inestabilidad emocional que caracteriza a esta etapa.

Según los autores del programa INTEMO, existen numerosos estudios que demuestran que la Inteligencia Emocional en los adolescentes está estrechamente relacionada con 4 áreas:

  1. LAS RELACIONES INTERPERSONALES

Los adolescentes con mayor inteligencia emocional, expresan y perciben mejor las emociones, son más empáticos, comprenden mejor los estados emocionales y las regulan de forma más eficaz, lo que les permite establecer y mantener relaciones interpersonales de calidad.

  1. EL BIENESTAR PSICOLÓGICO

Estudios realizados en EEUU muestran que los estudiantes universitarios con mayor inteligencia emocional muestran menos ansiedad social y depresión, menos síntomas físicos, mayor utilización de estrategias de afrontamiento para solucionar los problemas y menor «rumiación cognitiva» (menos preocupaciones).

  1. LAS CONDUCTAS DE RIESGO Y AGRESIVIDAD

Los adolescentes con menor inteligencia emocional presentan mayores niveles de impulsividad y peores habilidades interpersonales y sociales, lo que favorece algunas conductas poco sociales. Además, se implican más en conductas de riesgo como consumo de tabaco y alcohol ya que no cuentan la capacidad para manejar sus emociones y afrontar la presión social que se produce en esta etapa.

  1. EL RENDIMIENTO ACADÉMICO

Los adolescentes con escasas habilidades emocionales son más susceptibles de experimentar estrés y dificultades emocionales durante sus estudios, lo que perjudica el rendimiento académico. Sin embargo, los chavales con mayor inteligencia emocional, tienen una mayor capacidad de autorregulación para no desistir de los estudios cuando las energías ya son escasas, cuando fracasan en alguna tarea o examen o cuando ven por la ventana de su cuarto la espléndida tarde que se ha quedado para salir.

Por lo tanto, la Inteligencia Emocional sería un factor de protección de áreas tan importantes en la vida de los adolescentes como la salud mental, el consumo de sustancias, la agresividad o el rendimiento escolar.

El estrés y la PAU (Prueba de acceso a la Universidad). Por Ángel Peralbo

El Bachillerato, especialmente el curso de segundo año, se considera uno de los más complicados de la larga etapa estudiantil, por la que pasan una cantidad considerable de nuestros alumnos y alumnas. En concreto en el curso pasado 2013-14 la estimación aproximada fue de setecientos mil, según el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.

No obstante, lo extraordinario de este curso no tiene que ver necesariamente con el hecho de que sea más difícil académicamente hablando, que otros, puesto que los estudiantes ya han pasado previamente por cursos que suponían un cambio de ciclo y llevaban aparejada una serie de dificultades nada desdeñables, así como importantes esfuerzos de adaptación. Un dato importante del año 2012 es que España fue el país de la Unión Europea con mayor porcentaje (del 24,9%) de población de 18 a 24 años que no ha completado el nivel de Educación Secundaria y no sigue ningún tipo de educación-formación. (Fuente: Encuesta Europea de Población Activa (Labour Force Survery) Eurostat.).

La complejidad del bachillerato reside principalmente en que para abordarlo con éxito hay que implicarse totalmente desde el primer día de curso y mantener el ritmo de estudio hasta después de acabarlo, en concreto una vez finalizadas las pruebas de acceso a la Universidad.

Si preguntamos a profesores y profesoras que trabajan en esta etapa, coincidirán en que la principal clave del éxito es una adecuada organización en el estudio que permita una buena disciplina y rutina. Todo ello permite seguir el ritmo de un curso que ya comienza acelerado y enfocado a correr hasta llegar a la meta, la PAU.

Sin embargo pocas veces nos paramos a pensar qué es lo que hace que un porcentaje muy alto de estudiantes no funcionen adecuadamente en este ciclo, cuando a priori podrían conseguirlo desde el punto de vista de sus capacidades.

¿Nos hemos preguntado en alguna ocasión por qué algunos estudiantes pareciera que se desinflaran antes incluso de comenzar el curso?

¿O por qué empiezan a aparecer inseguridades, dudas, abandonos, tropiezos..?

La respuesta suele estar en la presión que sienten ante:

  • El vertiginoso comienzo de curso.
  • La necesidad que tienen de conseguir una nota suficientemente alta como para estudiar lo que quieren.
  • Los primeros resultados que les indican que es más difícil de lo que ellos creían.
  • La desorientación que tienen en relación a lo que quieren estudiar después.
  • La idea de no defraudar a sus padres que saben que tienen unas expectativas naturalmente altas.
  • Los pensamientos negativos del tipo de: “yo no valgo para esto” o “no lo voy a conseguir seguro”.

Estas percepciones y otras similares acaban generalmente traduciéndose en un proceso de estrés, que continuado en el tiempo puede tener consecuencias graves, las más preocupantes, ligadas lógicamente a la salud y las menos graves, pero también muy preocupantes, relacionadas con un rendimiento muy por debajo del esperado y necesario para superar con éxito el curso y la prueba de selectividad.

En este curso académico, aprender a manejar el estrés supone un recurso imprescindible para abordarlo con éxito en todos los casos. Tanto para los alumnos que van bien y que necesitan mantener el ritmo y controlar su previsible estrés ante las pruebas de Selectividad, como para los que ya están sufriendo sus consecuencias y se encuentran agobiados, presionados y en algunos casos bloqueados.

Si ya llevamos tiempo abordando la ansiedad ante los exámenes en cualquier etapa educativa, ahora se hace necesario utilizar todas las estrategias al uso para superar el Bach.

Ponte en contacto con nosotros para elaborar tu plan a medida en el 917672031 o en info@alavareyes.com

10 consejos para educar a niños en el optimismo

Hay niños que son especialmente negativos y pesimistas, es como si tuvieran un radar para detectar todas las cosas que no salen bien, todo lo malo o lo que no tienen, y se anticipan en negativo pensando que todo va a ir mal, de tal forma que no intentan las cosas porque siempre piensan que no van a ser capaces o les va a salir mal.

No son capaces de darse cuenta de su valía, y a la larga esto puede generar un problema de inseguridad personal y baja autoestima, además de impedirles ser felices, pues en ocasiones este tipo de pensamiento y de conductas les impide afrontar con éxito las situaciones de la vida cotidiana.


Cómo ayudar a los niños pesimistas:

Es fundamental que estos niños aprendan a enfrentarse a su negativismo y cuenten con técnicas y estrategias para superarlo. Se trata de que se hagan fuertes ante las contrariedades del día a día y que sean capaces de concentrarse en los aspectos positivos en vez focalizar y quedarse atrapados en los negativos.

Ante todo recordemos que nuestro propio ejemplo es la mejor forma de enseñarles cómo afrontar el día a día de forma positiva.


Diez consejos para conseguir que el niños sea optimista:

  1. Analiza la situación. ¿En qué momento tu hijo tiene esa actitud pesimista? ¿Es una actitud constante, o es a la hora de realizar determinadas tareas que sabe que se le dan peor?
  2. Entrena con él aquella tareas que se le dan peor, eso le hará coger confianza en sí mismo.
  3. Empieza a trabajar desde el nivel que se encuentra el niño, pidiéndole cosas que sabemos que si que puede conseguir. Si el nivel de exigencia es demasiado alto, el niño se puede frustrar al saber que no lo va a conseguir, y favoreceremos sus pensamientos pesimistas.
  4. Trabaja la importancia del esfuerzo desde pequeño. Que sepa que ante las adversidades, la respuesta no es la queja ni verbalizaciones negativas como ‘no puedo’, ‘es que muy difícil’, ‘a mí no me sale’….
  5. Refuérzale mucho cuando algo le sale bien, que se sienta importante y orgulloso.
  6. Atiéndele también cuando no tiene una actitud pesimista, que vea que tiene más atención en positivo que en negativo.
  7. Cuando está muy bloqueado no es el momento de hablar con él ni de hacerle razonar. Es mejor esperar a que se le pase, pues por mucho que le intentamos que vea las cosas de forma positiva, primero necesita ‘desconectar’ antes de seguir con la tarea.
  8. Resalta sus cualidades, enumera o haz una lista con él de las cosas que se le dan bien, por pequeñas e insignificantes que parezcan tiene que aprender a valorarlas.
  9. Enseña al niño a aceptarse como es. Tenemos que aprender a querernos y aceptarnos como somos desde pequeños con nuestras limitaciones. No siempre se puede ser el mejor jugando al fútbol, o al baloncesto. Lo importante es esforzarse para hacer las cosas lo mejor posible.
  10. No olvidemos que la principal fuente de aprendizaje de los niños es el modelado. Los niños copian a sus adultos de referencia que sus padres. Seamos un modelo de superación ante las adversidades, no de negatividad.

FUENTE: Guiainfantil.com

Superdotados, un cerebro por atender. Por Ángel Peralbo

Muchas veces nos olvidamos de esos críos que parece que lo saben todo y que lejos de ser así, es frecuente incluso que en realidad necesiten más atención, recursos y estrategias para su adecuado desarrollo, en un mundo que les exige como al que más y que crea unas altas expectativas sobre quien presupone que por tener un coeficiente intelectual de más de ciento treinta ya lo tiene todo hecho.

Si nos atenemos a lo que ocurre al principio, vemos que en muchos casos los padres asisten a la paradoja de que a pesar de que su hijo es muy inteligente, lo que les dicen desde el centro educativo es que no atiende, que no quiere trabajar, que lo que quiere hacer es solo lo que decide hacer, etc. Son muchos los niños que aún siendo muy talentosos no sincronizan su potencial con el ritmo esperado en clase y lejos de destacar y conseguir los objetivos curriculares de forma adecuada, no arrancan o lo hacen en dirección contraria o en el mejor de los casos, brillan frente a lo que les gusta y fracasan en relación a lo demás. Utilizo deliberadamente la palabra “fracasan” porque se utiliza frecuentemente y lo hago para recalcar que debería de estar prohibida o al menos, su uso tendría que permitirse exclusivamente a partir de cierta edad, quizá en torno a los ochenta y cinco años, edad a la cual se podría empezar a hablar de fracaso y esto es cuestionable incluso. Considero que es un término que apunta demasiado a la idea de “no haberlo conseguido” frente a lo que pienso que en realidad debería dirigirse, la idea de que aún está en proceso de conseguirlo y hay que buscar la manera de que así sea”. Pero se denomine de una forma u otra, la cuestión es que en muchos de estos casos el sistema no funciona y es esa una primera etapa a la que en mi opinión, hay que atender de manera prioritaria.

¿Cuándo podemos saber si se trata de un niño superdotado?

La idea es que en cuanto tengamos sospechas de que puede ser así o por supuesto, cuando aparezcan dificultades que indiquen una falta de adaptación al ritmo esperado, es conveniente hacerle un estudio para conocer con la adecuada precisión, su potencial y sus capacidades y así poder plantearnos qué recursos son los más adecuados para poder solucionar los problemas que se estén evidenciando y facilitar un desarrollo, tanto académico como personal, en la línea de lo que necesite. Y una vez más aquí es necesario que hagamos un esfuerzo por liberarnos de ideas como: “es pronto para saber su potencialidad, hay que esperar” o “ya se motivará, paciencia”.

Cuánto antes sepamos, antes actuaremos en consecuencia.

 

Esperando, esperando, en mi experiencia con adolescentes que no consiguen unos buenos resultados, en muchas ocasiones ni siquiera “unos mínimos resultados” veo un importante porcentaje de ellos que ni siquiera conocen sus capacidades, más allá de unas evaluaciones colectivas donde el resultado ha sido: “es un chico/a listo/a”. Esto sí que es un fracaso, pero del sistema que permite que el adolescente esté desorientado y que lo único que reciba es la vaga idea de: “es un vago y en realidad no trabaja porque no le gusta o no quiere”. Obviamente en ciertos casos es así pero los profesionales no tenemos ninguna duda a la hora de identificarlos, por lo que sorprende más que estos casos lleguen a los catorce años en esas condiciones.

Cuando ellos y ellas conocen cuál es su potencial, cuando los padres empiezan a encajar las piezas del puzzle y consiguen entender lo que durante algún tiempo han intuido y cuando los educadores tienen un informe que les ayuda a comprender lo que de verdad ocurre, sin juicios aproximados ni intuiciones sin rigurosidad, las cosas comienzan a ir en la adecuada dirección.

¿Qué podemos hacer en esta etapa?

Una vez que conocemos bien la potencialidad del niño/a ya podemos buscar los recursos formativos, como cuando conocemos la talla que usamos que buscamos una prenda y por mucho que nos empeñemos si no damos con ella o no entra o sobra. Y me refiero tanto a recursos educativos como familiares o sociales.

En cuanto a recursos educativos no nos podemos quedar en la idea tan primaria de que si es tan bueno el chico/a cómo que no llega al nivel de la clase? Hemos de plantearnos por qué ocurre esta cuestión de tal manera que a nada que lo enfoquemos en esa dirección descubriremos las razones para que se aburra o para que llame la atención constantemente o para que presente problemas frecuentes de conducta. De igual forma que no dudamos a la hora de plantear ayudas y refuerzos escolares para los alumnos que no llegan será importante ajustar el nivel de exigencia para estos otros.

En cuanto a recursos familiares, he de decir que por experiencia el solo hecho de que los padres conozcan bien las características de su hijo, ayuda mucho a ajustar las expectativas y tranquiliza bastante, si bien, no es suficiente para que sepan manejar las diferentes situaciones típicas que se les pueden presentar y mucho menos para aprender a entender y sobre todo a tratar a sus hijos que tienen estas características. Por ejemplo, uno de los grandes hándicaps que presentan los niños/as superdotados es que frecuentemente sienten que no les entienden y se sienten “raros”. Pues bien, para los padres es importante la asistencia a talleres donde les expliquemos estas y otras cuestiones ligadas a la superdotación.

Por último es importante hacerse cargo de las dificultades que a nivel social les puede suponer el tema y así es frecuente que puedan tener diferencias con sus compañeros de clase, dados los distintos intereses que pueden presentar y las diferencias precoces que se pueden observar. Esto se puede traducir desde la falta de amigos hasta tenerlos pero pocos. Algo también que me encuentro frecuentemente con algunos adolescentes superdotados es que sus padres se quejan de que no salen o de que apenas tienen amigos. Y la cuestión es que durante años lo que han hecho, puesto que también son bastante selectivos, es que mantienen dos o tres amigos y piensan que ya les sobra, por lo que no sienten ninguna necesidad de relacionarse a mayor escala. Aquí nuevamente hay que apelar a la idea de intervenir cuanto antes y el mejor recurso sin duda es el taller de habilidades sociales donde les ayudamos a mejorarlas junto a compañeros y compañeras de su misma edad. Me gustaría incidir en la idea, a mi juicio equivocada, de que los niños superdotados no tienen empatía o cosas por el estilo. En realidad sí pueden tener en ocasiones una alta sensibilidad social pero pronto aprenden a detectar diferencias que muchas veces perciben como rechazo o incomprensión por parte de los demás y desarrollan cierta protección, lo que supone un alejamiento progresivo de las relaciones sociales convencionales, más allá de los que identifican como ellos/as, con quienes sí se suelen relacionar más y mejor. Hay que devolverles y entrenarles en el uso de estrategias sociales eficaces y adaptativas para que se puedan relacionar con éxito y así puedan tener un desarrollo adecuado y positivo.

Será una etapa en la que nos tenemos que encargar de que sean felices, tengan éxito y se preparen para su futuro desarrollo profesional en el que las empresas también se tendrán que hacer cargo de las necesidades que puedan tener y de lo que de ellos puedan esperar, que resulta ser altamente interesante.