Es costumbre que en las Organizaciones Empresariales modernas o en algunas al menos, se establezcan señales que nos puedan indicar claramente cómo marchamos en relación a aspectos de negocio tan importantes como las ventas, los costes, los beneficios, el stock, etc. generalmente en relación con unos objetivos que se han estudiado y marcado reflexiva y anticipadamente. Estas señales son a los objetivos como la visualización de la ruta lo es al lugar al que nos dirigimos utilizando un gps, es decir, una forma clara y relativamente rápida de evaluar la marcha que llevamos. Sin estos “indicadores” el funcionamiento recae de forma excesiva en la intuición, de tal manera que según quien lo piense o cómo lo vea, se puede llegar a concluir que estamos haciendo las cosas bien, regular o mal. Si en una organización preguntamos a distintos departamentos, ya sea producción, marketing o dirección financiera y apelamos a su intuición, podemos obtener diferentes visiones, la mayoría de las veces difícil de casar entre ellas y en general, más condicionadas por el momento en que se les pregunta o por la visión particular de la persona que nos responde. No digamos ya la influencia que puede tener el momento de la semana a la hora de percibir ciertos aspectos del trabajo o el estado de ánimo asociado a la reflexión en cuestión. Lo puede condicionar todo.
Pues bien los indicadores son imprescindibles como herramientas asépticas y objetivas que tengan la capacidad de medir algo, ya sea el número de productos creados, o distribuidos o gastados o el número de horas empleadas en determinados procesos de la producción, o las ofertas pasadas o los pedidos hechos o infinidad de ítems que se pueden crear a la hora de poner en marcha señales que nos informen y alerten de cómo vamos respecto a lo que nos hemos propuesto.
¿Qué ocurre en casa? ¿Cómo funcionamos en esta gran empresa?
No nos imaginamos lo parecidas que pueden llegar a ser ambas instituciones, una organización empresarial y una familia, sólo hay que observar los elementos que las componen y las funciones que realizan: un líder, administración, gastos, producción e ingresos, trabajo en equipo, disputas de poder, colaboración y negociación. Todo ello aderezado en la familia por afecto y amor que viene a ser el sustento de las propias relaciones, en diferentes calidades y cantidades.
Para lo que nos ocupa, en primer lugar hay que establecer un objetivo ya que no es lo mismo plantearnos vender cuantos más productos mejor que fabricar o distribuir productos de alta calidad a un público exclusivo y con unos estándares de calidad extraordinaria. En familia pasa algo parecido, no es igual querer aparentar por aparentar y que se note que somos modélicos, que el hecho de que tengamos unos valores asentados y bien dirigidos para crecer fuertes. El éxito a largo plazo está más asegurado en esta estrategia, tanto en lo que tiene que ver con la consecución de objetivos como con el grado de satisfacción de las personas.
Hemos de hacernos la pregunta de hacia dónde queremos ir y qué queremos conseguir. Pero sobre todo tenemos que centrarnos de manera concreta en cuáles son los aspectos importantes por los que nos movemos. Por ejemplo, hay padres y madres que están muy centrados en conseguir que sus hijos obtengan una formación académica lo suficientemente ambiciosa como para asegurar que en un futuro estos puedan sobrevivir en un mundo cada vez más competitivo. Pero para esto nos podemos centrar en resultados y así considerar que vamos bien cuantos más sobresalientes sacan nuestros hijos e hijas o bien, podemos centrarnos en el proceso y sentir que vamos bien cuando demuestran en el día a día, trabajo, esfuerzo y constancia. Será bien distinto utilizar unos indicadores u otros y pensar en el largo plazo será una premisa fundamental si queremos que el éxito nos acompañe por muchos años. El corto plazo nos puede dejar tranquilos de momento pero sostenibilidad en el tiempo es la auténtica señal del éxito.
Definir unos valores con los que nos identifiquemos será también una acción que tendremos que llevar a cabo cuando antes. Ello ayudará no sólo a que los padres vayan al unísono sino a que los retoños crezcan en un ambiente donde existan señales claras de por dónde y cómo han de circular. En cualquier otro caso sería el caos.
Principales indicadores en la Familia
El afecto. Su importancia radica en que es consustancial a las relaciones humanas en los ambientes íntimos y por tanto en la familia. Viene a ser algo así como el pegamento, esa sustancia que tiene propiedades para unir y mantener juntos a los distintos componentes. Sin afecto corre peligro el vínculo, como una de las claves que resiste al paso del tiempo y al deterioro que puede sufrir la familia por las diferentes e inevitables adversidades que pueden acontecer. En la Empresa puede no existir el afecto pero en la Familia es imprescindible.
Evalúa cómo está, cómo se aprecia, cómo fluye entre todos los miembros, cómo se demuestra entre unos y otros, cómo ha podido cambiar a lo largo del tiempo…
La comunicación. Es el mecanismo que nos va a permitir testar cómo se encuentran otros muchos indicadores familiares, tanto los que nos pueden hablar de cómo se encuentra el grupo, como de cómo está cada uno. Sin comunicación, pueden estar ocurriendo cuestiones importantes y quizá las desconocemos. Somos “comunicación” por naturaleza y el aislamiento puede empobrecer los lazos. Es necesario fomentarla, mantenerla e intentar que sea lo más positiva posible, ya que es el elemento vehicular que vertebra el resto de cuestiones.
Evalúa si hay o no comunicación entre todos, si es escasa o suficientemente amplia como para que sepáis cómo estáis de verdad, si es positiva o en cambio es una comunicación que refleje enfado, reproches y tiranteces.
La autonomía. Supone un indicador de calidad de las propias relaciones ya que a mayor autonomía, mayor libertad para emplearse responsablemente en participar en la familia. Como indicador nos informa también sobre dependencia entre los miembros y nos permite calibrar cómo se van a comportar en un futuro los miembros de la familia, ya que una vez más, a mayor autonomía, mejores expectativas en el sentido de que serán capaces de funcionar por sí mismos y por lo tanto aportar sus propias vivencias y valores al resto.
Evalúa cómo es vuestro estilo educativo en este sentido, si sois sobreprotectores, si sois capaces de valorar la iniciativa de los demás, hijos y pareja, etc.
La satisfacción personal. Cómo de satisfechos están todos, cómo se encuentran, si son felices o por el contrario están amargados, insatisfechos o eternamente enfadados. Es un indicador de la felicidad de la persona en casa. Si es alto, significa que frente a todas las dificultades, que inevitablemente aparecen en la vida, la persona satisfecha mantiene una visión positiva de sí misma y del entorno. Es un indicador de éxito que nos dice que vamos bien. En la familia en muchas ocasiones se ha malinterpretado este indicador, llegando a pensar que está más satisfecho quien más tiene por ejemplo, cuando en base a los estudios llevados a cabo con niños, adolescentes y jóvenes, los resultados han sido precisamente, que un control moderado y consecuente de privilegios y cosas positivas que pueden tener, genera mayor regulación, felicidad y sensaciones positivas.
Evalúa cómo se encuentran los que te rodean, si les ves felices, satisfechos, si sonríen, si participan, si es alto su nivel de motivación, etc.
El respeto. Nos indica cómo se están configurando las relaciones entre los miembros de la familia en relación a un aspecto esencial para el ser humano, el derecho a sentirse bien tratado, sin sentirse agraviado, molestado o agredido incluso por nadie. Ha de ser mutuo entre todos los miembros de la familia y como indicador, nos dice mucho sobre la salud de la familia, de tal manera que si existe falta de respecto, podemos decir que las relaciones son pobres, negativas o incluso podríamos hablar de dañinas.
Evalúa si os respetáis, si tenéis en cuenta la integridad de los demás, si os esforzáis por entenderlos para poder tenerlos en cuenta, si os sentís bien tratados por el resto y existe reciprocidad en el empeño.
El cuidado del otro. Este aspecto resulta particularmente importante en el ámbito de la familia, ya que al principio es indispensable para la supervivencia del ser humano y sin él, no seríamos capaces de crecer sanos, fuertes e íntegros. Pero además, supone la forma en que medimos la calidad de las relaciones familiares puesto que nos dice la responsabilidad que unos miembros asumen sobre otros por el mero hecho de ser familia y estar predestinados a serlo de por vida. Supone la garantía de un apoyo constante, algo tan necesario para las personas.
Evalúa cuánto os preocupáis los unos por los otros, si os ocupáis solamente de vosotros mismos o si percibís reciprocidad en este aspecto, cuál es el nivel de seguridad cuando estáis con los vuestros, cuánta confianza depositáis en el resto.
Es importante no dejar pasar el tiempo sin más, esperando a que las cosas ocurran solas, esperando a que todo esté bien sin más, ya que esto será así en la medida en que lo estemos haciendo bien, guiando hacia nuestros objetivos y trabajando teniendo en cuenta el largo plazo. Echemos un vistazo a nuestros indicadores, que nos dirán cómo vamos, si estamos consiguiendo lo que nos proponemos y si tenemos que rectificar algo o poner en marcha otros recursos que nos apoyen en este gran proyecto que tenemos en marcha. Nos sentiremos ampliamente satisfechos cuando sepamos ver cómo realmente vamos.