Personas muy susceptibles
«Las personas susceptibles lo pasan muy mal, tienen una dificultad permanente para disfrutar o sacar los aspectos positivos de la vida».
«Las personas susceptibles lo pasan muy mal, tienen una dificultad permanente para disfrutar o sacar los aspectos positivos de la vida».
Segundo principio:
Los problemas hay que abordarlos para poder solucionarlos
Hay personas a las que les cuesta mucho hablar de lo que va mal. Algunas tienen mucho miedo a la posible reacción del otro y prefieren callarse. Otras piensan que las cosas terminarán pasándose si hacemos como que no han sucedido. Nada más lejos de la realidad. Los conflictos que no se abordan reaparecerán cuando vuelvan a darse circunstancias similares a las que los provocaron inicialmente. Además, si no aclaramos las cosas cuando hay problemas, empezaremos a acumular cuentas pendientes con el otro y puede llegar el día en el que pretendamos saldarlas todas juntas; tal vez para entonces ya no haya remedio. En general (como en todo hay notables excepciones), a los hombres les cuesta bastante más sentarse a hablar las cosas que a las mujeres. Muchas veces, las mujeres pretendemos hablarlo y aclararlo prácticamente todo. Ni lo uno ni lo otro. Ni todo tiene que hablarse, y mucho menos de forma recurrente, ni las cosas se van a resolver solas. Las grandes discusiones, aunque sea por tonterías, y los verdaderos desacuerdos, hay que ponerlos sobre la mesa y tratarlos. ¿Con qué objetivo? Explicarnos, comprender la postura del otro (eso no significa estar de acuerdo con nuestra pareja) y, sobre todo, llegar a alguna propuesta para resolver el problema y/o prevenir en un futuro que la confrontación vuelva a aparecer. Buscar un momento tranquilo, incluso en un lugar poco asociado a las discusiones (dando un paseo, en un restaurante), nos ayudará a poder abordar el conflicto de manera más constructiva.
Tercer principio:
La vida en pareja no es (o no debería ser) una lucha de poder
A menudo las parejas se enzarzan en eternas discusiones buscando demostrar su propia inocencia en los conflictos y la culpabilidad del otro en éstos. Sin embargo, plantearse la relación con la persona que queremos desde esta lucha por ver quién queda por encima es un frecuente y enorme error. No se trata de culpas, sino de posturas distintas. No seamos reacios a reconocer en qué nos hemos podido equivocar, disculpémonos si algo de lo que hemos dicho o hecho ha podido molestar al otro.
Eso no nos hace quedar por debajo de nadie, al contario, nos honra.
Tampoco nos empeñemos en que el otro asuma su culpa o reconozca que se ha equivocado. Aceptemos la discrepancia, el desacuerdo, sin intentar convencer de nuestra verdad. Salgamos de radicalismos y flexibilicemos nuestra visión del mundo, seguro que eso nos enriquecerá también como personas. Asumamos que vemos las cosas de modos diferentes e intentemos llegar a un punto de negociación y entendimiento.
Cuarto principio:
Las formas importan, y mucho
No sólo es importante lo que decimos sino también cómo lo decimos. Intentemos ceñirnos al hecho concreto que nos ha molestado en lugar de sacar la lista de agravios pasados. Huyamos del “es que tú eres…”, “siempre dices…”, y optemos por el “a mí me ha dolido…”, “a menudo dices…”, evitaremos que el otro se ponga a la defensiva. Cuidemos el tono de voz, el volumen, y tratemos de no poner en evidencia a nuestra pareja sacando temas conflictivos delante de terceros. Además de ser molesto para los demás, el otro seguramente lo viva como una encerrona, una falta de lealtad y una falta de respeto importante.
En definitiva, crezcamos personalmente y en pareja afrontando las dificultades y el desacuerdo de un modo constructivo, la recompensa es tan enriquecedora que no cabe ninguna duda de que merece la pena intentarlo.
* Montserrat Montaño Fidalgo es psicóloga en el Centro de Psicología Álava Reyes, doctora de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico y máster en Terapia de Conducta por el Instituto Terapéutico de Madrid (ITEMA).
FUENTE:elconfidencia.es
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