No suframos inútilmente
Hay personas que se pasan la vida sufriendo y lo achacan a las circunstancias que tienen, pero: ¿alguna vez nos hemos puesto a pensar con qué facilidad sufrimos? o, para decirlo de otra forma, ¿cuánta vida se nos escapa sufriendo?, ¿cuánta energía desperdiciamos?, ¿cuántas ilusiones y esperanzas tiramos?, ¿cuántas ocasiones perdemos?, ¿cuántas alegrías ahogamos?…
Realmente, ¿hay justificación a tanto sufrimiento?, ¿la vida es tan difícil y la felicidad tan imposible?, ¿de verdad nos creemos que nuestro destino es sufrir?, ¿que estamos “aquí” sólo para pasarlo mal?…
En este artículo trataremos de adentrarnos en cómo evitar los sufrimientos inútiles; aquellos que, lejos de llenarnos de aprendizajes, vacían nuestro ánimo y nos dejan sin esperanza.
Desde la psicología, ¿es fácil ayudar a la gente a no sufrir inútilmente?
Depende de cada persona, y a veces será difícil, pero, afortunadamente, podemos ayudar a muchísimas personas a no sufrir inútilmente
Cuando una persona abre su corazón a los profesionales de la psicología, y nos muestra sus miedos, sus inseguridades, su sufrimiento… nos ofrece una oportunidad única y maravillosa: la de poder ayudarla en esa búsqueda constante, en ese anhelo permanente por hallar las razones que pongan claridad en su vida, y nos expliquen el porqué de sus conductas, de sus dudas y de sus temores.
Cada vivencia, cada reflexión, cada esfuerzo alcanzan su punto álgido cuando los analizamos desde el rigor que nos ofrece la Psicología científica del siglo XXI. De repente, descubrimos algo que NUNCA nos enseñaron, y empezamos a ser conscientes de la importancia de nuestros pensamientos, de la posibilidad de ser dueños de nuestras emociones y de coger el timón de nuestras vidas.
Personalmente, uno de los grandes retos que me propuse al escribir La inutilidad del sufrimiento fue el de compartir las claves y los principios que nos permitieran liberarnos del peso y la esclavitud de las circunstancias en que estamos inmersos; esas circunstancias que parecen atenazarnos y condicionar nuestra existencia.
«Desde la psicología no podemos cambiar los hechos que nos acontecen –son los que son–, pero sí podemos mostrar la mejor forma de vivirlos, de afrontarlos y superarlos».
Los momentos difíciles no deben conducirnos a la autopista del sufrimiento; afortunadamente, si los sabemos encauzar, también constituyen una vía fantástica hacia el aprendizaje y el crecimiento personal. De nosotros depende. Podemos vivirlos desde la derrota y el sufrimiento inútil, o desde la libertad que nos da nuestra capacidad de elección. En nuestras manos está encontrar la “llave” que nos muestre el camino de la reflexión y la superación.
¿Se puede evitar el sufrimiento?
SÍ, la mayoría de las veces se puede evitar el sufrimiento. Es cierto que en muchas ocasiones no podremos controlar los acontecimientos y circunstancias de nos rodean, pero sí podemos elegir cómo vivirlos, cómo contamos la vida, y eso será crucial; ya que el pensamiento es el que determina nuestra emoción. De hecho, podemos comprobar como personas que viven experiencias similares, incluso idénticas, manifiestan sentimientos distintos.
Es importante recordar que no vemos el mundo como es, lo vemos como somos nosotros. En definitiva: Las personas creamos y destruimos nuestras propias emociones, y nuestra experiencia como profesionales de la psicología nos demuestra que 9 de cada 10 veces que sufrimos, se trata de un sufrimiento inútil y perfectamente evitable. De hecho, muchas personas coincidirán en que a medida que ganan en experiencia, ante hechos o situaciones parecidas, cada vez relativizan más y sufren menos
Y cuando llega el sufrimiento, ¿qué se puede hacer para superarlo?
Lo primero, no perdamos energía en pensar y desear que ocurran cambios milagrosos que borren lo que no nos gusta. Es lógico que pensemos que es imposible no sufrir ante determinadas circunstancias (muerte de un ser querido, un accidente grave)…, pero es importante distinguir entre la reacción emocional y espontánea ante una situación traumática, y el sufrimiento sostenido, en el que caemos cuando no paramos de dar vueltas a hechos pasados que ya no tienen solución. Recordemos que ser sensible no significa hundirse ante la adversidad o tirar la toalla en los momentos en que parece no haber esperanza.
Evaluaremos de forma objetiva nuestros pensamientos, nos obligaremos a escribirlos cada vez que nos sintamos mal y después haremos una confrontación de los mismos (como un examen). Cuando nos decimos cosas como: “esto es imposible, no tiene solución”, o “siempre lo hago todo mal”, nuestro cerebro se lo cree y actúa como si fuera verdad. ¿Qué podemos hacer para cambiar ese discurso interno?: tomar distancia para observar objetivamente la realidad. Cambiaremos esos pensamientos tan catastrofistas o acientíficos por otros más razonables y los cuestionaremos. Por ejemplo, nos diremos “¿qué pruebas tengo de que no valgo nada?”; sustituiremos palabras como “siempre” y “nunca” por “en esta ocasión”, “a veces”… Tengamos claro que esta capacidad se entrena: cuanto más la practiquemos, más fácil y mejor nos saldrá.
«Prestemos atención a las palabras exactas que nos decimos, porque son ellas, y no las circunstancias, las que nos hacen sufrir. Si cambiamos esas palabras, las confrontamos y analizamos cuánta verdad tienen, lo que es objetivo y lo que es emoción…, podremos ahorrarnos mucho sufrimiento. El sufrimiento es opcional, porque no es la consecuencia inevitable de un acontecimiento. Recordémoslo: siempre podemos elegir».
Claves que nos ayudarán a disfrutar de la vida
Algunas claves las hemos ido exponiendo en estos artículos. La principal es que no caigamos en monólogos mentales negativos. Por ello, evitaremos decirnos cosas como “no valgo”, “siempre lo hago mal” o “no tiene solución”. Es cierto que la vida puede ser muy dura y que algunas cosas son inevitables, pero es importante relativizar, tomar distancia con la situación y elegir las palabras con que nos hablamos.
Igualmente, evitaremos darle vueltas al pasado. Muchas veces sobreestimamos la importancia de darles vueltas a nuestros problemas, como si pensar en ellos fuera a solucionarlos, cuando en realidad, lo que conseguimos es traer a nuestra mente un sufrimiento inútil que nos debilita y nos llena de inseguridad.
Intentaremos sentirnos bien cada día, disfrutaremos siempre de alguna actividad que nos guste, intentaremos aprender algo nuevo, o premiarnos cuando lo necesitemos.
Practicaremos el autocontrol. No tenemos que expresar siempre lo que pensamos, ni lo que sentimos. Nuestras emociones deben estar al servicio de nuestra felicidad y no actuar en sentido contrario.
Recordemos que somos humanos, no dioses. Es irracional pensar que todo el mundo va a querernos, lo cual es imposible; que hay una única manera perfecta de hacer las cosas y que si no se hacen así es un fracaso; o que un acontecimiento difícil va a condicionar nuestra vida para siempre. La vida es impredecible, pero nosotros podemos aprender a elegir lo que pensamos sobre ella, y eso nos facilitará la felicidad.
Finalmente, no nos olvidemos de los dos grandes sentidos de nuestra vida: el sentido común y el sentido del humor; ambos insustituibles.
Reflexión final
En el libro La inutilidad del sufrimiento exponía que cada instante de tu vida tiene sentido si aprendes de él. Pregúntate si sigues aprendiendo cada día, o si hace tiempo que paraste el reloj de la sabiduría.