¿Es hoy más difícil educar a los hijos?
Cada día contemplamos en las consultas de psicología, y en los departamentos de orientación de los centros escolares, cómo se ha producido un incremento exponencial de las consultas de padres y madres que piden ayuda sobre la forma de enfocar la educación de sus hijos.
«Por otra parte, cada vez nos encontramos con más niños y niñas, adolescentes y jóvenes, que parecen perdidos y desorientados, ante la realidad que están viviendo».
Ante nosotros se abren muchos interrogantes: ¿Cómo son los niños y las niñas de hoy? ¿Hay cada vez más hijos problemáticos? ¿Siguen necesitando los niños y los adolescentes pautas, normas, reglas, límites, hábitos…?; ¿en qué nos aventajan los niños a los adultos?; cómo podemos favorecer su desarrollo; ¿qué sugerencias podemos ofrecer a los padres y a las madres en su labor diaria?
Finalmente, ¿hoy es más difícil educar a las nuevas generaciones?
Trataremos de ofrecer algunas respuestas a tantos y tantos interrogantes como nos planteamos.
¿Existe una fórmula concreta o unos principios generales que podamos aplicar a la educación de las nuevas generaciones?
Los profesionales de la educación, psicólogos, pedagogos, profesores…, sabemos que SÍ que existen unas normas básicas, sin las cuales sería imposible que el desarrollo de los niños y las niñas se lleve a efecto con garantías de éxito.
Y esas normas básicas se aplicarán en función de la edad, la situación de las familias, las características de los hijos y las circunstancias que estén viviendo
Básicamente, esta es la principal tesis que mantenemos en nuestro equipo y en las publicaciones que hemos hecho al respecto. Las razones son obvias: ¿Podemos imaginarnos cómo funcionaría una empresa sin ningún tipo de normas, de convenio, de reglamento interno?, ¿y una familia en la que no existieran pautas, en la que cada miembro hiciera lo que quisiera en cada momento, sin preocuparse del resto?
Si nos resulta fácil imaginarnos el estado de caos, desesperación y hasta de injusticia que se daría en esas situaciones, ¿cómo podemos pensar que los niños podrían desarrollarse, crecer, madurar, hacerse personas y vivir mejor sin esas pautas, normas, reglas, límites o hábitos?
«En definitiva, sí que hay una fórmula y unos principios básicos que podemos aplicar a las nuevas generaciones. Y debemos hacerlo sin caer en tópicos. En todas las etapas razonaremos al máximo con los niños y las niñas, y en la adolescencia les explicaremos pacientemente los principios básicos que guiarán nuestra actuación con ellos, pero explicar no quiere decir negociar: ¡podremos negociar las normas, pero no los límites!».
¿Dónde estaría el límite?
De nuevo no nos compliquemos innecesariamente. El límite estaría en la aplicación del sentido común y el razonamiento lógico.
Acabamos de comentar que los niños y las niñas, en función de sus distintas edades y características personales, necesitan pautas, y las necesitan no para anularlos, todo lo contrario, las necesitan para que gracias a ese modelo educativo puedan desarrollar la seguridad, la estabilidad, los valores y la ética que les permitirán ser unos adultos auténticamente libres y solidarios el día de mañana.
No es fácil, muchos hijos se resistirán, pero es imposible un buen desarrollo sin esas pautas, sin ese acompañamiento tan necesario.
«Cuando dudemos si estamos actuando bien, intentamos enfriar un poco nuestra mente y pensar: ¿es lógico lo que está haciendo mi hijo o mi hija, lo que me pide? ¿Es lógica y coherente la respuesta que le estoy dando yo como progenitor? Estas preguntas nos llevarán a las respuestas correctas».
Recordemos además que hoy tenemos una gran desventaja con relación a décadas anteriores: hoy los niños pueden tener una especie de vida paralela a través de las nuevas tecnologías (principalmente de sus dispositivos electrónicos), una vida muy desconocida para los progenitores, y sobre la que esos tienen poca influencia.
Principales derechos de los niños y las niñas
No vamos a exponer sus derechos universales, pero sí enumeraremos los soportes que nunca deberían faltarles y que hemos confeccionado después de muchos años de experiencia profesional:
- Los niños y las niñas tienen derecho a que sus principales adultos de referencia (padres y madres, personas cercanas y educadores) mantengan una actitud coherente, serena, equilibrada y respetuosa, que favorezca su desarrollo y su maduración.
- Tienen derecho a recibir amor, cariño, afecto, ternura y tiempo de dedicación por parte de los adultos. Pocas cosas favorecerán más su equilibrio psíquico y a su fortaleza emocional.
- Tienen derecho a recibir el perdón por sus equivocaciones, la paciencia ante sus limitaciones y el ánimo que necesitan para superar sus dificultades.
- Tienen derecho a que les proporcionemos las pautas, normas, límites y hábitos que favorezcan su desarrollo y les vacunen contra la inseguridad, contra el miedo irracional, la inestabilidad y el caos que tanto les perjudica.
- Tienen derecho a que los adultos no les utilicen en sus peleas, ni en sus diferencias o desencuentros.
- Tienen derecho a que los escuchemos, a que les ayudemos en sus dudas, en sus inseguridades y en sus insatisfacciones.
- Tienen derecho a que no les transmitamos la falta de ilusión, el desencanto y la desesperanza que sienten algunos adultos.
- Tienen derecho a una educación basada en valores, que les facilite los recursos necesarios para superar los obstáculos, las injusticias y las incoherencias que puedan encontrarse en su vida.
- En definitiva, tienen derecho a una educación que los vacune contra el resentimiento, la hostilidad, la falta de generosidad o de respeto hacia las ideas o las personas de su entorno.
Si los adultos cumplimos bien con nuestras responsabilidades, ellos podrán llevar a buen fin sus deberes.
Y entre nuestras responsabilidades no está liquidar la cultura del esfuerzo y quitarles los exámenes o las recuperaciones que deberían hacer.
Principales deberes de los niños y las niñas:
- Los niños y las niñas tienen que aprender a respetar a las personas, a todas las personas, por encima de sus creencias, sus singularidades y sus diferencias.
- Tienen que aprender que el auténtico valor no reside en el éxito social, sino en la coherencia y en la generosidad personal.
- Deben asumir que la madurez y el equilibrio emocional vienen a través de la autorregulación y el esfuerzo, no por medio de atajos, mentiras o trampas.
- Finalmente, tienen que asumir que vivir en familia no significa vivir a costa de la familia, ni hacer lo que les dé la gana en cada momento. “Tus padres no son tus esclavos; su misión no es satisfacer tus caprichos ni soportar tus broncas”.
«Silvia Álava, en su libro Queremos que crezcan felices (JdJ Editores), nos decía: “Los niños funcionan mucho mejor proponiéndoles retos que amenazándolos con castigos”, pero, simultáneamente, insistía en la necesidad de que los hijos aprendan a controlar determinados impulsos y emociones, para que desarrollen adecuadamente su inteligencia emocional. Silvia concluía: “La autorregulación, el control de las emociones, es clave para conseguir éxito en la vida”.
Reflexión final
Una reflexión final es que nos quitemos el complejo de CULPABILIDAD. Nos sentimos culpables porque les dedicamos menos tiempo del que nos gustaría, porque les privamos de tener más hermanos, porque cuando llegamos a casa estamos cansados…, pero sintiéndonos culpables, difícilmente podremos actuar con la madurez, el equilibrio y la coherencia que necesitan los niños y las niñas.
En la educación de hoy, la gran ayuda que podemos prestar los adultos es nuestra tranquilidad ante las exigencias de hijos y alumnos; nuestra seguridad ante su inestabilidad y nuestra firmeza ante su insistencia. Todo ello, siempre desde el afecto y la racionalidad.