Un nuevo día: Una nueva oportunidad para descubrir tus talentos. Por Ángel Peralbo
A veces es inevitable que asociemos talento al desarrollo extraordinario de determinadas características o cualidades que alcanzan cotas muy altas de éxito o de notoriedad, no obstante, la realidad es que el talento tiene que ver más bien con el desarrollo de cualquier aspecto que ensalza a la persona, apoyándose en sus fortalezas y haciéndole sentirse satisfecha y feliz en relación al mismo. La psicología del talento genera a la persona sensaciones muy positivas de superación y de valía. Facilita una autoestima alta y realza la individualidad de cada uno. Frente a la competitividad el talento facilita la diversidad y el autodesarrollo.
Todos tenemos aspectos que nos hacen únicos y esto hace que el talento precisamente se asiente en las particularidades de cada persona.
Por lo tanto todas las personas pueden aportar lo mejor de sí mismas. Esto es el talento.
Si bien, existen dos condiciones sin las cuales este no será posible: la primera es que hay que descubrirlo y la segunda, que hay que desarrollarlo.
Existen lo que podríamos llamar los grandes momentos del Talento, esas etapas evolutivas donde se dan las mayores oportunidades para descubrirlo, favorecerlo, fomentarlo y disfrutarlo.
El primer gran momento coincide con la más temprana infancia, ese período de tiempo que va de cero a seis años y que supone una oportunidad extraordinaria para descubrir en los más peques sus tendencias, esas cualidades que más o menos evidentes, sobresalen y ya indican lo diferentes que nacemos y la carga individual y personalizada que trae la mochila de cada ser humano, antes del acto mismo de nacer. Son unos años que brindan la ocasión de aportarles lo que se ha demostrado, es la base más sólida de todas las personas, su seguridad emocional, su integridad afectiva, y ello gracias a la tendencia natural que tenemos a empaparnos del entorno, apoyándonos en él y buscando ya de manera innata, el apego, la seguridad, la confianza, como claves necesarias para poder vivir con seguridad en un entorno, que a pesar de ser irremediablemente necesario para vivir, en principio no estamos preparados para ello ni lo estaremos en mucho tiempo. Aquí el talento será más bien una fuerza, una tendencia, algo que de forma más bien potencial, va surgiendo gracias principalmente a los adultos que se encargarán de descubrirlo. Las claves del talento serán: observar, descubrir, estimular, fomentar sin demasiadas restricciones y sobre todo, con la convicción de que esa personita que tenemos delante, con total seguridad lo conseguirá. Hay experiencias constatadas donde en la escuela infantil ya se han visto cualidades de las niños y niñas con una proyección a largo plazo que con el paso de los años, los padres nos han hecho partícipes de que se han cumplido.
Solo así se conseguirá que los padres, educadores, familiares y amigos, apoyen y transmitan la seguridad que necesitamos, particularmente a esas edades para ir confiando en nosotros mismos. Un entorno que está seguro, transmite seguridad y unos adultos que demuestran confianza, cosechan autoconfianza en los más pequeños. Podríamos decir que es parecido a lo que ocurre durante estos primeros años de vida, cuando los vínculos de apego tienen un papel básico y así, si los niños y niñas se sienten queridos aprenderán a querer, de igual forma, que si se sienten importantes y valorados positivamente, aprenderán a valorar de similar forma, a los demás y a ellos mismos.
A continuación, el talento discurre por una etapa donde las personas tenemos más participación en él, más voluntariedad y aunque seguimos imitando en alguna medida lo que nos rodea, lo hacemos con más búsqueda activa, de tal manera, que a estas edades surgen un sinfín de oportunidades para desarrollar nuevos gustos, aficiones, otras inquietudes, etc. un momento propicio para aprovechar todo tipo de oportunidades.
Si tienes un adolescente en tu vida, prueba, ofrécele experiencias nuevas y variadas, resiste sus posibles reticencias y ya verás…
Desgraciadamente en este sentido muchas veces nos movemos exclusivamente por lo convencional y nos olvidamos de la pluralidad de actividades que se pueden hacer y que nos aportarían una gama tan amplia, que nos garantizaría algo que a priori debería de ser lo normal: que hay posibilidades para todos y que cualquiera puede desarrollarse con singularidad. Es fácil observar como cuando un preadolescente o adolescente no encaja, tendemos a pensar en él o en ella en términos de inadaptación o aún más lamentable, en términos de fracaso, cuando en no pocas ocasiones es el sistema que además de limitado es incapaz de plantearse el desarrollo de personas de manera plural, tendiendo a fomentar aquello que se supone que ha de ser en vez de aquello que podría ser. ¡Qué paradoja, que fomentar la pluralidad facilite la singularidad!
Paul McCartney cambió la trompeta que le regaló su padre por una guitarra y pasó completamente de las clases de música porque prefería aprenderla de oído. A los quince años ya componía con John Lennon. Otro ejemplo es Hovik Keuchkerian, comediante, escritor, poeta y ex-boxeador, que ya antes de cumplir los dieciocho años montó un gimnasio para cumplir uno de sus sueños: ser campeón de España de boxeo en la categoría de pesos pesados. Pasados los treinta sigue sorprendiéndonos con sus nuevas facetas y talentos, desarrollándose como actor de televisión y cine. Hay infinidad de casos en los que el talento se descorcha a esta edad y no deja de burbujear ni en la senectud.
El tercer gran momento es más amplio que los anteriores y no se circunscribe a una etapa concreta de la vida, más bien se extiende a lo largo de toda ella. No obstante, habrá quien piense que si a cierta edad ya no se tiene, no se descubrirá nunca, de la misma forma que hay personas que creen que no poseen ni poseerán nunca ningún talento. En realidad lo que ocurre es que es posible que nunca hayan pensado que podía ser de otra forma o que hayan asumido mucho tiempo atrás que esto es inevitablemente así y no hay más vueltas que dar. El mayor problema que tiene la psicología del talento para despegar, para evolucionar, para cambiar no es precisamente ninguna estructura neuronal caduca o acabada, sino las creencias que elaboramos, que actúan como corsés que impiden, coartan o limitan lo que cada persona podría llegar a lucubrar, imaginar, visualizar, perseguir y conseguir. Y si van aderezadas de miedo o de sensación de incapacidad, peor aún. Pero también está ahí la clave del éxito, la posibilidad de creer en nuevas fuerzas, o renovadas, creer en sí mismas, en nuevos proyectos y actividades nunca antes experimentadas e incluso ni pensadas, en nuevos compañeros y compañeras de viaje, etc. El talento, una vez se zafa de esos pensamientos limitantes y conservadores, puede florecer y expandirse hasta la satisfacción de los más exigentes. Cualquier edad es idónea para, buscarlo, fomentarlo o compartirlo. “No dejes escapar el tuyo”. Como diría Ken Robinson, ¡encuentra tu Elemento!
Rodéate de talento y de personas con talento. La generosidad del talento es una de las cualidades más ambiciosas del mismo ya que aquella persona que se siente afortunada y que es plenamente consciente de sus talentos, lo puede llegar a compartir, lo puede poner a disposición de los demás, lo puede difundir como si a ella también le hubiese sido dado de algún modo y ella solo hubiese tenido que descubrirlo y alimentarlo.
Mi deseo para cada nuevo Día, es que sea cual sea el momento vital en el que estemos, nos sigamos empeñando en desarrollarnos como personas que buscamos, curioseamos, nos formamos, aprendemos y seguro, que encontramos.