La reflexión como protección contra la manipulación

Distinguir las ideas propias de las ajenas que nos ‘cuelan’ como válidas es esencial para no sucumbir a lo que opinan los demás

En esta sección de psicología he sostenido con frecuencia que resulta fácil la manipulación emocional. Este es un tema muy delicado, y no nos referimos únicamente a la manipulación que pueden sufrir muchos niños, nos referimos también a la manipulación que numerosos adultos pueden experimentar, sin ser conscientes de ello.

¿De verdad es tan fácil la manipulación emocional?

Sí, la manipulación emocional es mucho más fácil de lo que creemos; por ello, conviene que aprendamos a pensar y a distinguir los pensamientos propios de aquellos pensamientos ajenos que se nos cuelan como válidos y que pueden manipularnos emocionalmente.

Aunque nos resulte difícil creerlo, desde el exterior otras personas pueden manejar nuestras emociones con más facilidad de lo que podemos pensar.

En consecuencia, aunque parezca que es un hecho natural que se da de forma automática en el ser humano, la realidad es que tenemos que aprender a reflexionar. Lo contrario puede inducirnos a errores tan importantes como dejarnos   colar   opiniones   ajenas,   en   la   creencia   de   que   obedecen   a pensamientos propios.

¿La reflexión es la principal defensa ante la manipulación?

Sí, la reflexión es el mejor antídoto ante la manipulación. La reflexión nos permite ser dueños de nuestras emociones;  además, es una de las principales fuentes de acceso al conocimiento: es nuestro recurso natural para aprender, para ayudarnos en los momentos de incertidumbre, para despejar nuestras dudas y encontrar soluciones a nuestros problemas.

La reflexión favorece nuestra libertad de actuación. Nos acerca al nivel máximo al que podemos llegar como personas. Nos ayuda a corregir errores y facilita las decisiones y los comportamientos que serán vitales en nuestra vida, y que nos harán crecer con cada experiencia.

¿Cómo se distingue a las personas poco reflexivas?

La diferencia entre las personas reflexivas y aquellas que actúan desde la impulsividad es tan importante que frecuentemente marca la frontera entre ser dueños   de   nuestras   emociones   o   posibilitar   que   seamos   víctimas   de   la manipulación y permitir que otras personas condiciones nuestra forma de sentir y actuar. Confucio decía: Aprender sin reflexionar es malgastar la energía.

Las principales características de las personas poco reflexivas:

  • Tienden a ser impulsivas en sus conductas.
  • Son poco objetivas en sus análisis.
  • No controlan adecuadamente sus emociones.
  • Les cuesta madurar.
  • No aprenden de sus experiencias.
  • Son poco fiables para las personas de su entorno.
  • Sus comportamientos resultan imprevisibles.
  • Su visión y su actuación es a muy corto plazo.
  • Con frecuencia reaccionan de forma primaria, poco racional.
  • Ante los fracasos suelen echar las culpas a los demás o a las circunstancias. Difícilmente asumen sus responsabilidades.
  • Generalmente son poco flexibles en sus planteamientos.
  • Les cuesta escuchar de forma activa.
  • Son más reactivas que proactivas. Casi siempre van por detrás de los acontecimientos.

Si algunas de las personas que nos rodean tienen ese perfil, la relación con ellas no resultará sencilla. No obstante, el principal problema es para ellas mismas. Se pierden mucho con su forma de actuar. Se dan una y cien veces contra la misma piedra, al no pararse a pensar con calma. No aprenden de los hechos, no analizan los acontecimientos, y no interiorizan sus experiencias.

Reflexión final.

Hoy podemos decir, sin miedo a equivocarnos, que vivir sin reflexionar es vivir sin aprender, es correr el riesgo de que otras personas se apoderen de nuestras emociones y de nuestros sentimientos, y esa es una tragedia que no nos podemos permitir.

FUENTE: eldiariopalentino.es