La irracionalidad: cuando las personas no razonan
Seguro que en nuestra vida cotidiana conocemos a personas que actúan de forma irracional y, por mucho que intentamos encontrar una explicación, sus conductas carecen de sensibilidad y no obedecen ni a la lógica ni al razonamiento.
Un ejemplo extremo de esta irracionalidad lo tenemos desgraciadamente en lo que sucede en muchos países donde millones de personas están condenadas a no poder vivir con un mínimo de libertad; no se les permite pensar, ni razonar, ni expresar libremente sus opiniones; en el fondo, es como si no tuvieran la categoría de personas; son tratadas con una crueldad sin límites; una crueldad basada en la irracionalidad, la vejación y la ausencia de dignidad.
¿Pero qué pasa en nuestra sociedad occidental?, ¿estamos libres de comportamientos fanáticos?, ¿de verdad pensamos que hay un muro que nos separa de la barbarie?
¿Cómo podemos definir a las personas fanáticas?
La persona fanática es intolerante e irracional; para el fanático sus ideas con incuestionables y trata de imponer por todos los medios sus creencias.
El fanático se cree en posesión de la verdad, suele ser una persona muy simple en sus planteamientos y no tolera la libertad de los demás. En el fondo se trata de personas llenas de ignorancia, que intentarán asfixiar el conocimiento y promoverán la falta de reflexión y el acatamiento a sus ideas.
En definitiva, son personas dogmáticas, que no cuestionan sus creencias, que están llenas de pensamientos acientíficos, incapaces de reflexionar sobre la autenticidad de sus postulados, pero que tratarán de imponer sus ideas si es necesario a través de la violencia y la coacción, ya que manifiestan falta de control emocional y una impulsividad sin límites.
En nuestra sociedad occidental ¿cómo actúan las personas fanáticas?
Ante la falta de argumentos lógicos y racionales, utilizan con frecuencia el engaño, la seducción y la manipulación de las emociones, para conseguir sus fines.
Una vez que tienen a la persona “en sus manos” inician sus conductas déspotas, agresivas, violentas y, por encima de todo, sus conductas posesivas.
Actúan como si la otra persona les perteneciera, y tratan de separarla al máximo de su entorno, de alejarla de su medio y de aislarla física y emocionalmente.
¿Podemos conseguir que personas fanáticas recuperen la racionalidad?
En general es muy difícil, pues ellas viven bien su mundo, se creen en posesión de la verdad y cualquier cuestionamiento perturba sus raíces y su estabilidad.
Si pensamos, por ejemplo, en personas que han sido educadas en el fanatismo (que han nacido y se han criado en determinados países), las posibilidades son mínimas (recordemos que los constructos, los pilares de la personalidad se configuran en los 6 primeros años de vida), por lo que resulta muy difícil rescatar a estas personas; especialmente si están en su medio.
Si nos referimos a individuos que han crecido en la civilización occidental, y a los que se les presupone un mínimo de formación, la realidad es que para ellos su seguridad se basa en la vigencia de sus planteamientos; actúan además de forma muy primitiva, muy simple. De hecho, para ellos el prójimo se divide en buenos y malos y ellos siempre son los buenos. Por este motivo se sienten privilegiados, pero como en el fondo su base es muy débil, no admiten el cuestionamiento de sus ideas, pues no saben defenderlas de forma racional; así, rápidamente descalifican al resto y se aíslan en su mundo y en sus planteamientos radicales.
Para que recuperen la racionalidad, tendríamos que suscitarles un mínimo de dudas, de manera que pudieran cuestionar sus planteamientos y separarlos de ese entorno que los llena de confusión y de inflexibilidad.
¿Cómo hacer frente a comportamientos fanáticos?
No cayendo en sus dinámicas, no pretendiendo razonar con estas personas, pues reaccionarán desde la violencia y el dogmatismo.
Tenemos que actuar con mucha inteligencia emocional; ver cuáles son sus puntos débiles, sus mayores incoherencias, analizar cómo pretenden aprovecharse de nuestra ingenuidad, incluso de nuestra generosidad y sorprenderlos con comportamientos y actitudes que no esperan.
Es muy típico que manifiesten conductas posesivas, de tal forma que intentan alejar a sus víctimas de su familia, de sus personas más cercanas. Muchos lectores reconocerán estas conductas en personas que les impiden ver a sus seres queridos, incluso a sus hijos o a sus nietos.
Se aprovecharán de nuestra buena voluntad para extremar sus conductas, en la confianza de que su crueldad y su despotismo vencerán nuestra racionalidad.
¿Cuál es la mejor prevención ante el fanatismo?
La formación, la educación en un espíritu crítico, la reflexión sobre las propias ideas y la defensa y el respeto hacia las ideas contrarias…
A mayor nivel educativo, más flexibilidad de pensamiento; por ello es tan importante no educar en el resentimiento, pues educar en el resentimiento es fomentar la intolerancia, la ausencia de valores y la imposición de ideas a través de la fuerza, nunca por medio de la razón.
Lo decía Josefina Aldecoa: “eduquemos a los niños para que sean personas críticas, para que defiendan sus ideas, pero también para que analicen y comprendan las posturas contrarias, y conseguimos adultos que vivirán en libertad, y lo harán siempre desde el respeto y la flexibilidad”.
En definitiva, formación, reflexión, espíritu crítico y respeto a las ideas ajenas.
Reflexión final
Quien trata de imponer su voluntad por la fuerza, ni sabe escuchar, ni sabe dialogar, ni es capaz de respetar. ¡Nunca te fíes de quien actúa despreciando a los demás!