La importancia de saber tomar decisiones
Por Mª Jesús Álava Reyes, presidenta de Apertia-Consulting y de la Fundación María Jesús Álava Reyes. También dirige el Centro de Psicología Álava Reyes y el Instituto de Bienestar Psicológico y Social.
Todos los días tomamos decisiones, unas pueden ser sencillas y cotidianas y otras complejas y trascendentes; no obstante, numerosas personas sienten dudas y experimentan ansiedad cuando tienen que tomar determinadas decisiones; incluso aunque la decisión sea por un tema sencillo.
Resulta curioso comprobar como personas aparentemente brillantes, por ejemplo a nivel profesional, se bloquean ante decisiones que deben tomar en el área personal, familiar o social. En muchos casos manifiestan que no toman decisiones porque les resulta imposible controlarlo todo.
En el fondo, esa carencia esconde habitualmente inseguridad y falta de confianza en uno mismo.
Este es un hecho que puede condicionar el día a día de mucha gente, pero la repercusión aún adquiere más gravedad cuando se trata de directivos o profesionales cuyas decisiones tienen un claro impacto sobre la vida de otras personas.
Esa falta de seguridad, o esa ausencia de implicación y compromiso, puede generar situaciones muy difíciles a quienes están alrededor y sufren la incertidumbre y las consecuencias de esa ausencia de decisiones.
Desde la psicología este es un proceso muy estudiado y bien resuelto. En nuestro intento por intentar ser prácticos, hoy vamos a tratar de explicar cómo es el proceso de toma de decisiones y cómo podemos prepararnos para conseguir las mejores opciones.
¿Por qué hay tanta gente a la que le cuesta tomar decisiones?
En nuestra práctica de la psicología, comprobamos como una de las grandes razones que nos formulan las personas indecisas se refiere a la falta de seguridad que tienen a la hora de tomar decisiones.
Tomar decisiones es consustancial a nuestra condición humana, pero hay quien pasa su existencia intentando evitar esta opción. Prefiere, incluso, dejar su vida en manos de los demás, antes de asumir la responsabilidad, y la oportunidad, de decidir.
Vemos que, incluso entre gente joven, cada vez hay más personas que procrastinan y posponen tomar decisiones.
Tendríamos que analizar si esa falta de seguridad es global o específica, si pueden tomar decisiones en las áreas que se sienten más fuertes y evitan hacerlo donde sienten más inseguridad.
A las personas que les cuesta tomar decisiones; en general, les cuesta asumir las consecuencias que puedan derivarse de esas decisiones.
Pero también hay personas que no toman decisiones por comodidad, especialmente cuando son decisiones difíciles, decisiones que pueden conllevar cierto desgaste (por ejemplo, en el ámbito familiar, a la hora de poner límites a los hijos, en el trabajo o con los amigos, cuando con tu decisión te enfrentas a personas que opinan diferente).
Hay personas que piensan que pueden vivir en una indeterminación constante; la realidad es que esas personas, con su falta de resolución, resultan agotadoras para quienes están alrededor.
También tenemos a quienes cambian de parecer en función de la presión que tengan, al final terminan siendo rechazadas por su falta de criterio.
En el fondo, tomar decisiones implica asumir las consecuencias, saber que te puedes equivocar, pero que eso no significa que seas una nulidad, o que no puedas reaccionar.
Cuando nuestras decisiones afectan a otras personas, conviene que hagamos un análisis riguroso de las consecuencias y que escuchemos las diferentes opciones y opiniones; pero escuchar no significa dejar de decidir y abdicar de nuestra responsabilidad.
¿Qué implicación tiene que los jefes o el personal directivo no sepa tomar decisiones o eviten hacerlo cuando son decisiones impopulares?
Cuando ocurre, estas personas hacen dejación de una de sus principales responsabilidades, una responsabilidad que va inherente a su cargo o posición.
Ser jefe o directivo implica tomar decisiones, y puedes hacerlo siguiendo procesos objetivos y rigurosos, escuchando a los expertos -cuando sea necesario- y evaluando los pros y contras de cada decisión; lo que no puedes hacer es dejar de tomar decisiones por inseguridad, por comodidad o por falta de compromiso.
La gente asume que los jefes o los responsables se pueden equivocar, lo que no asumen es que no tomen decisiones y con ello provoquen situaciones llenas de incertidumbre.
Las personas que se sienten incómodas cuando tiene que tomar decisiones impopulares, nos indican su alta Deseabilidad Social, su necesidad de tener la aprobación de los demás; en el fondo, son personas que no están cualificadas para puestos de responsabilidad; y además serán personas fácilmente manipulables, discriminatorias e injustas en el ejercicio de su poder.
Una persona segura, equilibrada, competente intelectual y emocionalmente, una vez analizado el hecho, no dudará en tomar decisiones, incluso aunque sean impopulares, y asumirá el coste de esa impopularidad, pero lo hará sabiendo que esa es su responsabilidad.
El problema es cuando en la toma de decisiones de un directivo, o un responsable político, prevalece el interés particular sobre el interés general. Esas personas, cuando tienen poder, pueden resultar muy, muy peligrosas, pues actúan en función de sus intereses personales. Ej. Directivos que van estar temporalmente 2 o 4 años en sus puestos, y sólo van a buscar sus intereses, resultados muy inmediatos que les favorecen en esos momentos, y para nada se preocupan del impacto que sus acciones tendrán en el futuro, a pesar de que esas acciones sean muy contraproducentes, incluso ya en el medio plazo.
Las situaciones críticas nos muestran lo mejor y lo peor de cada persona; señala tanto a los buenos líderes, como a los malos gestores.
Aspectos previos a considerar en la toma de decisiones
- Cuando estamos viviendo una situación difícil y tenemos que tomar una decisión importante, debemos empezar por determinar, racionalmente, hacia dónde queremos ir.
- Tenemos que pensar qué es lo que queremos conseguir, qué es lo que realmente nos importa y, a continuación, poner los medios necesarios para lograrlo.
- Debemos ser conscientes, también, de que no hay manera de saber cuáles van a ser todas las repercusiones futuras de las decisiones que adoptemos en el presente, pero ello no debe ser un obstáculo ni un freno para que actuemos.
La racionalidad es la mejor herramienta para tomar una decisión,
Cuando tomamos decisiones debemos hacerlo desde la flexibilidad y el convencimiento de que podemos enriquecernos con experiencias nuevas, pero también desde la prevención que nos llevará a tener preparadas medidas y planes alternativos, cuando comprobemos que esas decisiones no están consiguiendo los objetivos que buscamos.
La capacidad y la velocidad de reacción será crucial en la toma de decisiones. |
Con frecuencia pensamos que la vida que llevamos es la única posible, cuando en realidad es sólo una de las alternativas de que disponemos. |
Práctica de la toma de decisiones. Los 5 pasos clave
Hay cinco pasos clave de la toma de decisiones:
- Especificar el problema.
Identificar la situación o situaciones problema. Para ello, conviene concretar la situación que queremos resolver. Por ejemplo, la dificultad para llegar a final de mes y para hacer frente a los gastos de vivienda y comida. Definir mal el problema sería decir: “no tengo dinero”.
- Describir detenidamente la respuesta habitual que doy al problema.
Para llevar a cabo estos dos pasos podemos contestar a las siguientes preguntas:
Perfil del problema: SITUACIÓN PROBLEMÁTICA:
Quién está implicado (personas), qué sucede (o ha sucedido, o dejado de suceder), dónde sucede (lugar), cuándo sucede (mes, año, momento…), cómo sucede, por qué sucede (razones que se argumentan por las que aparece el problema).
Perfil de la respuesta: dónde lo hago (lugar), cómo lo hago (comportamientos concretos), qué quiero (objetivo/s que quiero lograr con orden de prioridad), cuándo lo hago (tiempo que necesito para resolverlo)
Ejemplo práctico:
Perfil del problema: Situación problemática: llevo dos meses en paro, y me estoy quedando sin los ahorros económicos que tenía; soy padre de familia, tengo mujer y dos hijos y soy la única fuente de ingresos.
¿Quién está implicado?: yo y toda mi familia (mi mujer y mis dos hijos).
¿Qué sucede?: llevaba trabajando en un supermercado durante 15 años, y ha cerrado por traslado. Era mi primer trabajo y no tengo experiencia en otro ámbito laboral.
¿Dónde sucede?: En Galapagar (Madrid).
¿Por qué sucede?: Porque han abierto varios supermercados, con precios mucho más bajos.
Perfil de respuesta: inscribirme en la oficina de empleo, hablar con conocidos para ver distintas posibilidades de trabajo, mirar en el periódico, INFOJOBS, INTERNET…
¿Dónde lo hago?: todos los días en la biblioteca cerca de casa. Llamaré a mis conocidos para que conozcan mi posición laboral.
¿Cuándo lo hago?: de 10 de la mañana a 14 horas.
¿Cómo me siento?: impotente e indefenso.
¿Qué quiero?: un trabajo por el cobre un mínimo de 1.350 euros mensuales para cubrir gastos.
- Lista de alternativas de solución.
Consiste en buscar el mayor número de alternativas. Para ello, nos ayudarán cuatro normas básicas:
- “Cuanta más cantidad, mejor”; es decir, cuantas más soluciones propongamos más probabilidades tenemos de encontrar una que resuelva el problema.
- “Eliminar las críticas”: en un primer momento, no las calificaremos como buenas o malas; en esta fase lo fundamental es producir el mayor número de alternativas posible; en fases posteriores evaluaremos su eficacia para resolver el problema.
- “Cualquier cosa puede ser buena”, aunque en un primer momento nos parezca un disparate. Esta regla nos sirve para salirnos de la rutina habitual.
- “Combina y mejora”: revisar la lista de alternativas que hemos producido y ver si podemos combinarlas o mejorarlas.
Por ejemplo: “llamar a todos mis amigos y familiares, y decir cuál es mi situación actual, para ver si pueden ayudarme, o darles mi currículum a conocidos suyos”; “hacer un listado de los supermercados de la zona y entregar el currículum”; “ir al ayuntamiento, para que me asesoren profesionales”; “revisar todos los gastos para saber en qué puedo ahorrar dinero”…
- Ver consecuencias positivas y negativas, tanto a largo plazo como a corto plazo.
En este punto, conviene analizar todas las alternativas que hemos producido en el apartado anterior y evaluar los beneficios y los inconvenientes a corto y largo plazo. Así, veremos si las distintas alternativas van a dar solución a nuestro problema.
- Puesta en práctica y verificación de la solución.
Esta es la parte más difícil, puesto que hay que llevar a la práctica las decisiones tomadas.
Primero, habrá que elegir una de las alternativas de entre todas las que se han tenido en consideración. Para ello, habrá que escoger aquella que sea más beneficiosa.
A la hora de elegir entre la alternativa más beneficiosa a corto plazo o la más beneficiosa a largo plazo, deberemos tener en cuenta el orden de prioridades de la persona.
Una vez hecho esto, habrá que evaluar su eficacia para resolver el problema. Finalmente, si la alternativa resuelve el problema, el proceso de toma de decisiones concluye. Si no lo resuelve, habrá que poner en práctica otra de las alternativas propuestas en el apartado anterior.
Esta es la parte más importante de la estrategia de toma de decisiones; implica tener previstos distintos planes de acción y, en caso necesario, llevarlos a la práctica para resolver el problema. SIN HUNDIRNOS ANTE LAS DIFICULTADES, aquí será clave que cuidemos el aspecto emocional. Tenemos que sentirnos bien, con fuerza, con ánimo, con capacidad para convencer, para motivar, para llevar a las personas que pueden emplearnos al convencimiento de que somos la mejor alternativa, de que merece la pena que nos den una oportunidad y eso se logra desde el entusiasmo, la ilusión y la confianza en nosotros.
Es importante prepararse emocionalmente
Reflexión libro «Saca partido a tu vida», sobre la toma de decisiones:
Hay personas que dicen que son tranquilas y lo fían todo al paso del tiempo; al final no controlan su vida y generan mucha intranquilidad a su alrededor. ¡No te engañes: toma decisiones y no confundas calma con falta de acción!