Ansiedad y consumo de ansiolíticos
El impacto de dos años de pandemia y las situaciones que apareja el declive económico está disparando que se tomen estos fármacos
Todos hemos experimentado alguna vez ansiedad. Nos ha podido ocurrir en situaciones muy diferentes: ante un hecho que nos preocupe especialmente, antes de un examen, en una entrevista de trabajo… Este mes se han publicado los resultados de un estudio muy inquietante según el cual en una de cada cuatro familias españolas alguno de sus miembros o alguien de su entorno consumió por primera vez ansiolíticos en 2022 (25,2 por ciento), casi siete puntos más que en 2021(18,5 por ciento), según el XII Barómetro de las Familias en España de The Family Watch. El informe, realizado por la empresa GAD3, muestra que «tras estos años de pandemia y declive económico, las familias españolas comienzan a sentir su impacto, desde el punto de vista psicológico, en la incertidumbre e inestabilidad».
¿Qué es la ansiedad?
Podemos definir la ansiedad como un conjunto de respuestas fisiológicas que nosotros mismos nos auto-alteramos, siempre que percibimos un estímulo, externo o interno, real o imaginario, al que consideramos potencialmente amenazante para nosotros.
¿Cuándo sentimos ansiedad?
Cada persona puede sentir ansiedad por causas múltiples: por temas económicos, sentimientos de soledad, problemas con los hijos, la incertidumbre que nos causa la situación actual… En definitiva, cuando nos encontramos ante una situación que percibimos como problemática o como prueba a superar.
Podemos sentir ansiedad cuando estamos cruzando una calle y de repente vemos que se acerca un coche a toda velocidad. En ese instante podemos notar que nuestro corazón late de forma desbocada, que respiramos más rápido de lo normal y que todos nuestros músculos están en tensión. En definitiva, acabamos de conectar nuestro sistema nervioso autónomo (SNA) para prepararnos para la huida.
Lo paradójico es que nuestro cerebro no distingue y reacciona con la misma intensidad ante una situación real de peligro (coche que se acercaba a toda velocidad hacia nosotros), que ante las preocupaciones por nuestra situación o los gritos de nuestro hijo. En ambos casos, el SNA nos está preparando para la supervivencia. La diferencia es que en el primer caso la conducta era acertada, pero… ¿necesitábamos ese arsenal cuando nos preocupamos por nuestra economía, por nuestra situación profesional o cuando nuestro hijo empieza a chillar? Evidentemente, no.
¿Cómo se manifiesta?
Se producen en nosotros una serie de reacciones fisiológicas (aumento de la frecuencia cardiaca, incremento de la tensión muscular, aumento de la ventilación pulmonar, sensación de ahogo o dificultad para respirar, dolor de cabeza, molestias en el abdomen, sensación de mareo, sudoración…), que tratan de potenciar nuestro estado de activación corporal, para que podamos enfrentarnos a la situación potencialmente amenazante con las máximas garantías de éxito.
¿La ansiedad siempre es negativa?
No, el propósito de la ansiedad es proteger al organismo, no dañarlo. De hecho, puede ser positivo tener un cierto nivel de activación, dependiendo de lo que vamos a hacer. Comentábamos en La inutilidad del sufrimiento (*) que para algunas personas la ansiedad es un estimulante que les ayuda a realizar algunas tareas, pero si nos encontramos con un estado continuado y elevado podemos llegar a bloquearnos. De ahí la importancia de aprender a controlar nuestro nivel de ansiedad.
¿Qué podemos hacer para vencer la ansiedad?
Primero, poner la mente a nuestro favor y comprender lo que nos ocurre cuando nos sentimos ante situaciones de emergencia. A continuación, evitar decirnos frases del estilo a: ¡Tranquilo, no pasa nada! cuando se nos ha activado el SNA esto no funciona.
Desde la psicología, las técnicas que nos resultan más eficaces para disminuir el estrés y la ansiedad son las técnicas de autocontrol emocional: fisiológicas y cognitivas (relajación, respiración diafragmática, parada de pensamiento y autoinstrucciones).
El consumo de ansiolíticos se ha disparado en España en 2022, pero lo peor es que a pesar de que no se dispensan sin receta médica, son muchas las personas que los toman alegremente, sin que les haya visto el facultativo correspondiente. Cuando les preguntas cómo se han automedicado, contestan que los tenían en casa de una vez que se los recetaron a un miembro de la familiar, cuando tuvieron un cuadro de ansiedad o cuando pasaron una temporada muy tristes.
A pesar de que la Organización Mundial de la Salud recomienda que estos tratamientos no se prolonguen más allá de los tres meses, hay personas que por su cuenta y riesgo los siguen tomando porque «aún no se sienten del todo bien».
¿Medicación o terapia psicológica?
• NO, la medicación no es la única alternativa, aunque en muchas ocasiones puede ser necesaria.
• Somos muy conscientes de la importancia de reforzar las primeras ayudas psicológicas para que cualquier persona pueda tener acceso a un profesional.
• Tenemos evidencia científica de la eficacia de proyectos como PsicAP (Psicología en Atención Primaria). Siendo este un proyecto basado en el tratamiento transdiagnóstico para trastornos emocionales y mostrando que tiene una eficacia más alta que el tratamiento farmacológico, y que además la eficacia de sus efectos terapéuticos se mantiene a lo largo del tiempo en los tres, seis y 12 meses posteriores.
• Según el estudio clínico PsicAP realizado con más de 1.000 pacientes evaluados y tratados, con siete sesiones de tratamiento, las personas ya muestran mejoría y se puede evitar el uso de psicofármacos.
• Se trata de aprender a manejar las situaciones con técnicas de relajación o de reestructuración cognitiva, y de esta forma se puede reducir la ansiedad y la depresión hasta tres o cuatro veces más que con psicofármacos.
• Además, las personas se sienten más seguras. Aprenden a confiar en ellas y saben que tienen recursos para afrontar con éxito su día a día.
• Es vital que nos concienciemos de que podemos controlar nuestra ansiedad con apoyo psicoterapéutico, que no tenemos que resignarnos y pensar que la única solución son los fármacos, que afrontándolo bien nos resultará más útil aprender estrategias para enfocar adecuadamente nuestra vida.
(*) La inutilidad del sufrimiento,
de Mª Jesús Álava Reyes.
Editorial La Esfera de los Libros