“A los adolescentes no hay que tenerles miedo”
Si tu hijo o hija está a punto de entrar en la adolescencia o si ya está en ella, seguro que en algún momento has sentido miedo, inseguridad y se te ha pasado por la cabeza “no voy a ser capaz”. Es normal, es una etapa de muchos cambios, es una etapa difícil, pero no solo para las madres y padres, también para nuestros hijos. Hemos hablado con Ángel Peralbo, psicólogo, escritor y profesor, y auténtico experto en la materia, y nos ha explicado por qué se producen estos cambios en nuestros hijos al llegar a la adolescencia, qué pautas podemos seguir los padres para llevarlo mejor y, en definitiva, cómo convivir con un adolescente.
-Ángel, para muchas madres y padres la adolescencia es un quebradero de cabeza, es misión imposible. Para ti es posible, ¡dinos cómo!
Lo primero es cambiando el concepto, intentar huir de ese miedo que nos generamos nosotros mismos, los adultos, que no nos guíe el miedo. En vez de prepararnos, nos sugestionamos para pasarlo mal y les atribuimos una problemática que, si bien es cierto que la adolescencia es una edad de ruptura, de cambio, pero eso no justifica ese miedo que anticipamos y que nos colapsa. La adolescencia deja huella y es una etapa que, si la aprovechamos bien, está llena de satisfacciones.
Por otro lado, mantener una estructura clara de que, primero, los adolescentes siguen necesitando una cierta firmeza por parte de los adultos, y se la podemos proporcionar (si nos quitamos el miedo y esa sensación de que “no vamos a poder”). El adulto tiene que tener una cierta seguridad; y segundo, si le quitamos a la adolescencia esa especie de sensación de que “va a ser una catástrofe” o “va a ser horroroso”, “insoportable”. No es verdad. Yo diría a todas las madres y padres que se miren a ellas mismas y a ellos mismos y se den cuenta de que ellos también lo han pasado, han pasado esa etapa, y ahí están, o sea que la adolescencia pasa. Puede ser una etapa muy buena para nuestros hijos pero también para nosotros.
Los adolescentes siguen necesitando una cierta firmeza por parte de los adultos, y se la podemos proporcionar (si nos quitamos el miedo y esa sensación de que “no vamos a poder”)
-¿Qué cambios principales se dan en los niños cuando entran en el periodo de la adolescencia? ¿Por qué de repente parece que dejamos de estar conectados?
En la etapa prepuberal (la que prepara para la adolescencia), hay muchos cambios, en cosas nimias, como puede ser la voz, en la forma de pensar, en la forma de sentir, en la forma de parecer… Cambia toda una estructura en muy poco tiempo. Entonces tenemos que ser conscientes de que, efectivamente, desaparece la estampa que tenemos de nuestro hijo o de nuestra hija, pero también para el propio adolescente, de pronto, puede aparecer dentro de sí mismo alguien que antes parecía que no estaba. Ante esto, lo que se hace necesaria es la flexibilidad para adaptarnos a una nueva forma de hacer cosas distintas con unos nuevos personajes, que son los mismos de siempre.
Después viene el propio esfuerzo adaptativo, que hacen los adolescentes para tener que asumir e ingerir esto. Entonces, lo primero que hacen es apostar por una ruptura con lo que hasta ahora te guiaba, una ruptura que es necesaria para generar una nueva identidad. Los adolescentes no solo tienen que vivir y experimentar y aprender y socializarse, sino que además lo tienen que hacer propio, se tienen que identificar, y eso es un proceso costoso.
Los padres se va a encontrar con unos hijos desorientados, que no terminan de responsabilizarse pero por otro lado están pidiendo a gritos poder hacerlo…
-¿Por eso entonces nos cuesta tanto comunicarnos con ellos?
Por eso y porque los adolescentes empiezan a tener un estilo de comunicación diferente y aumentado con quienes consideran que les entienden, que les comprenden, con sus iguales, entonces disminuyen con los padres esa comunicación que antes tenían. Forma parte de la ruptura que mencionaba antes.
El segundo elemento, las reacciones de los padres. Lejos de entenderlo y de buscar la facilitación, muchas veces se bloquean, se van a la intransigencia, se pasan a los extremos, que es el problema: o entran en interrogatorios y en una insistencia, que lo único que provoca es rechazo; o pasan completamente y, sin quererlo, dejan que se aíslen mucho más. La clave es que los padres no se vayan a los extremos, bajar el nivel de exigencia pero no pasar de todo, no apartarnos.
-Aparte de la flexibilidad, ¿sabrías darnos otras pautas o consejos para convivir con un adolescente?
Desde el punto de vista de la comunicación, huir de la intransigencia. Los adultos tenemos que ser capaces de salir de nuestro propio discurso. También hay que perder el miedo a hablar de sus cosas, perder el miedo a mostrar un claro interés por cosas que vayan mucho más allá de lo que a nosotros nos interesan.
Nosotros somos padres, no somos amigos ni tenemos que pretenderlo. Pero si queremos acceder a su mundo, tenemos que hacerlo desde su punto de vista. Me parece fundamental que ellos nos vean como madres y padres, pero no que nos vean como madres y padres de niños pequeños, que nos vean como padres de personas que van creciendo, y que ellos, los adolescentes, puedan sentir cierto respeto, puedan sentir cierta sensación de implicación y de obligación y, por supuesto, que no dejen de sentir el afecto. Muchas familias tienen miedo a mostrar a hacer demostraciones afectivas por el rechazo del adolescente. Hay que hacer sentir un poco al adolescente que es protagonista.
-¿Qué les dirías a los padres cuyos hijos están entrando ahora en la adolescencia?
Lo primero, eliminamos el miedo. En todo caso, lo podemos traducir en prudencia, y sobre todo, realismo. Vamos a coger todas las cuestiones que nos preocupan y vamos a intentar traducirlas en proactividad, qué podemos hacer. Tenemos que intentar no olvidarnos de que el afecto tiene que estar presente, de que nuestros hijos y nuestras hijas tendrán áreas problemáticas y tendremos que estar ahí, dentro de un proceso de facilitación y acompañamiento, incluso supervisión, pero sin que se note. Es decir, no podemos estar encima, no podemos estar controlando, no podemos tenerlos atados por mucho que nos preocupemos. No hagamos las cosas con prisa, la adolescencia cada vez dura más y tenemos tiempo, no hay que agobiarse. Y sobre todo, que no piensen que no van a poder. Igual que no sabíamos criar niños y aprendimos, ahora es igual. Y también, eliminar la culpa por cosas que hemos hecho mal en el pasado o cosas que hemos dejado de hacer. Tenemos que darnos la oportunidad de hacerlo bien como padres y seguir disfrutando de la vida con ellos.