“Ante un diagnóstico de Covid” Por Gemma del Val
Muchos ciudadanos se han visto inmersos en esta realidad. Tras casi dos años de pandemia, sentimos agotamiento emocional, mientras los contagios continúan multiplicándose y creciendo. Surgen nuevas variantes de este virus, y en los últimos tiempos el protagonismo lo acapara la denominada variante Ómicron. En general, hay un sentimiento de hastío y de hartazgo.
Palabras como PCR, test de antígenos, virólogo, mascarilla, vacuna, pasaporte Covid, cuarentena… ¿Quién no está familiarizado con este lenguaje a estas alturas de la pandemia?
Y cuando pensábamos que íbamos a poder reunirnos con nuestros amigos y seres queridos, nos encontramos rodeados de contagios y/o sufriendo la enfermedad en primera persona. La pandemia, nuevamente, da un giro de ciento ochenta grados y nuestra vida se ve afectada por ello.
Este artículo va dirigido a cada uno de nosotros, pero especialmente a aquellos que están viviendo la enfermedad de manera asintomática o con síntomas leves en sus casas. Y está dedicado de una manera muy especial a los que se encuentran ingresados en un hospital y a sus familias, deseándoles una pronta recuperación.
La sensación, cuando empezamos a notar los primeros síntomas, que pueden hacernos sospechar que estamos contagiados, es de preocupación. No obstante, no es sino en el momento en que se confirma el diagnóstico positivo cuando muchas emociones comienzan a interactuar.
Posiblemente, la primera emoción que surge es el miedo. Puede que acudan a nuestra mente toda una serie de imágenes o noticias negativas respecto a esta enfermedad y que hemos podido ir interiorizando a través de los medios de comunicación; puede que comencemos a repasar en nuestra memoria si hemos estado recientemente con personas vulnerables a las cuales hemos podido contagiar; puede que nos invada la incertidumbre –“¿y ahora qué?”–; puede que nos sintamos “perdidos” sin saber muy bien cómo proceder y qué protocolo seguir.
Muchos son los pensamientos negativos que pueden invadirnos y que nos impiden mantener la tranquilidad emocional y la calma que son tan importantes en estos momentos.
Llegados a este punto, posiblemente algún profesional sanitario haya podido pronunciar el término “confinamiento”. Y ahí comienza una etapa especialmente compleja si no sabemos cómo gestionarla. La emoción que puede embargarnos en este momento es confusión, a la que puede unirse la primera emoción que sentimos (el miedo) por no saber cómo va a evolucionar la enfermedad, qué debemos hacer, etc. Y a todo esto se añade que posiblemente no nos encontremos bien físicamente (con fiebre, tos, dolor de garganta, dolor de cabeza, etc.).
¿Qué puede ayudarnos entonces desde un punto de vista psicológico?
Es importante que aprendamos a mantener una buena salud mental mientras permanezcamos confinados en la habitación y/o en casa.
Puede que surjan en este momento emociones relacionadas con sentirnos atrapados e incluso una sensación de claustrofobia al pensar que durante los próximos días estaremos aislados. También puede que la tristeza y la angustia invadan nuestra mente. O que pensemos “quién se va a encargar de los niños, de la comida, de la casa, qué va a ocurrir con mi trabajo…”.
¡Importante! Intentemos que sea la calma la emoción que nos acompañe y pensemos que podemos aprender a sobrellevar esta situación de una manera adaptativa. ¿Cómo?:
- Mantengamos nuestros pensamientos negativos bajo control, utilizando, por ejemplo, la parada de pensamiento (muy útil para tener “a raya” este tipo de emociones).
- Organicemos el día, estructuremos una rutina y un horario en el que incluyamos el autocuidado físico y emocional. Son pautas esenciales el aseo personal; utilizar ropa adecuada (no el pijama, salvo para irnos a dormir o si permanecemos en la cama porque no nos sentimos bien) que favorezca la comodidad, pero que también nos ayude a sentirnos y vernos bien físicamente; no permanecer continuamente en la cama y hacer uso de un sillón o silla cómoda, si disponemos de ello; una adecuada ventilación y organización de la habitación en la que nos encontremos (el orden contribuye positivamente a la salud mental); destinar un tiempo para el teletrabajo si no nos hallamos de baja laboral; establecer un horario que favorezca el proceso de adaptación a esta nueva situación temporal (comidas, medicación, sueño); dedicar un tiempo a la lectura o a ver nuestra serie favorita.
- Mantengamos el contacto social a través del teléfono, las redes sociales… Compartamos con las personas de nuestra confianza nuestras emociones y pensamientos (ventilemos emociones), lo que nos ayudará a sentirnos mejor emocionalmente, a no sentirnos tan solos y a que el tiempo “transcurra más deprisa”.
- Así, los días irán pasando; cada vez está más cerca la prueba de antígenos con resultado negativo y con ello el fin de la cuarentena.
- Nos estamos adaptando a la nueva situación e incluso, si seguimos estas directrices generales, podemos llegar a pensar que no era para tanto y que es posible mantener las emociones bajo control.
- Si nos sentimos mal físicamente y agotados es clave que a nivel cognitivo pensemos que cada día que pasa es un día menos que nos queda para recuperarnos y volver a la vida “normal”.
En todo este proceso puede que contemos con unos “ingredientes extra de carácter emocional” que pueden contribuir a nuestro óptimo estado físico y mental.
Tener personas cercanas que nos cuidan, nos miman y tratan de facilitarnos la ayuda que necesitamos es siempre reconfortante y contribuye a que nuestra recuperación sea más sencilla. Si a ello añadimos que no ha sido necesario un ingreso hospitalario y que nos recuperamos satisfactoriamente de la enfermedad, será un auténtico lujo. Pero si no disponemos de esos “extras”, pensemos que nosotros mismos podemos cuidarnos, porque ¿quién mejor que uno mismo para brindarnos todo lo que necesitamos?
El fin del confinamiento ha llegado y volvemos a nuestra vida diaria.
Démonos un tiempo de adaptación para incorporarnos a ella. Quizás hemos aprendido que podemos tomarnos la vida de otra manera, tal vez valoraremos más la salud y trataremos de disfrutar más del presente y de las pequeñas cosas que conforman la auténtica felicidad. Y, así, puede que esta experiencia haya sido un aprendizaje para conocernos y cuidarnos mejor.
* Un agradecimiento muy especial a todas y cada una de las personas que me han estado apoyando durante mi confinamiento.
Gemma del Val Peralta
Psicóloga Sanitaria y Forense