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Por Ana Nieto.
Todas las madres y padres queremos mucho a nuestros hijos, eso está claro, no queremos que les pase nada malo y hacemos lo que sea para que estén bien (libres de peligros), y sean felices. Pero a veces nos pasamos.
Sin darnos cuenta, no les dejamos hacer. Cuando salen del cole y les llevamos la mochila porque “pobrecito, está cansado y pesa mucho para él”; cuando les vestimos por la mañana en lugar de dejar que lo hagan ellos mismos porque “vamos tarde, mejor le visto yo en un momento”; y cuando casi le resolvemos el problema de matemáticas porque “esto tiene que ser muy difícil para él y a mí no me cuesta nada”. Parecen pequeñas cosas sin importancia pero, a la larga, estamos criando niños inútiles, incapaces de resolver sus propios problemas.
¿Por qué sobreprotegemos?
Como dicen las psicólogas Heike Freire y María Jesús Álava, los niños están preparados para ser autónomos y, apunta Freire, “aunque frágiles y dependientes, la mayoría de los niños quieren sentirse capaces de hacer las cosas por sí mismos, como cuando cuando una niña se empeña en coger un paquete más grande que ella o cuando se quiere vestir sola”.
Como señala Álava, “somos nosotros los que les impedimos que tengan un desarrollo normal, y lo hacemos por nuestros miedos”. Con esto se refiere a cuando tomamos decisiones por ellos, que les afectan, pero lo hacemos pensando en nosotros, en nuestros miedos (por ejemplo, de cara a dejarle a hacer determinado plan con sus amigos).
Cada vez hay más madres y padres sobreprotectores y esto también se debe, según nos cuenta Mª Jesús Álava, a que los padres sienten que, por sus largas jornadas de trabajo, le dedican poco tiempo a sus hijos. Y, además de ese sentimiento de culpa, está el hecho de que llegan cansados, sin paciencia y prefieren hacer las cosas ellos que las hacen más rápido.
Los efectos de la sobreprotección
Los seres humanos nacemos con tan solo un 20% de nuestro cerebro desarrollado. Con los años, el cerebro va madurando, se va desarrollando, gracias a las experiencias que vivimos, que nos sirven de aprendizaje. Pero ¿qué pasa si como madres y padres no les dejamos que aprendan por sí mismos? Sobreprotegiéndoles estamos favoreciendo lo siguiente:
- El principal, dice Álava, es que “no les estamos preparando para la vida. Los niños que tienen un exceso de sobreprotección no desarrollan recursos ni habilidades”.
- “Estamos impidiendo el desarrollo de habilidades tan importantes como la solución de problemas, la generación de alternativas, la empatía”, apunta Félix Muñoz, consultor de comunicación.
- El neuropsicólogo Álvaro Bilbao nos indica que cuando hacemos cosas por ellos, “les estamos diciendo que no son capaces y estamos apagando la estructura del cerebro que les infunde valentía para afrontar los retos”. Por lo tanto, estamos lastimando su autonomía y su autoestima, y estamos fomentando que de mayores sean dependientes y que no sepan tomar decisiones.
- Ante cualquier obstáculo o problema, se frustrarán porque no están acostumbrados.
- “Criaremos niños inútiles, miedosos, sin confianza en ellos mismos para asumir desafíos, que esperan que les resuelvas los problemas medianamente difíciles para poder avanzar”, nos decía Noelia López Cheda.
¿Cómo dejamos de sobreproteger y fomentamos la autonomía?
Esto es lo que nos aconsejan nuestros expertos:
- “Sustituyamos miedo por confianza y veremos cómo esos chavales serán autónomos, seguros, no serán manipulables y serán felices”, nos recomienda Mª Jesús Álava. Pueden pensar por sí mismos y tomar decisiones (acordes con su edad), solo necesitan nuestra confianza y nuestro apoyo.
- Enseña a los niños a frustrarse: “No pueden conseguirlo todo y menos de manera permanente e inmediata. Cuando los niños aprendan a frustrarse verán que no hay errores, hay aprendizajes. No le facilitemos el acceso a todos los privilegios, las cosas hay que ganárselas”, añade Álava.
- “No seré la agenda de mis hijos”, decía Noelia López Cheda. Hay que poner pequeños retos, pequeños objetivos a los niños y que poco a poco asuman responsabilidades. Hay que dejarles hacer, aunque tarden más, aunque les salga peor (como, por ejemplo, hacer la cama) o se equivoquen. “¿Tiene que vestirse solo? Pues empezaremos pidiéndole que un día se ponga solo los calcetines e iremos añadiendo prendas”, nos explicaba un día. A medida que le vaya saliendo mejor, que vaya progresando, el niño se sentirá más capaz, más feliz. No hagas las cosas que ellos ya pueden hacer. “Si les resuelves todos los problemas, tú eres el problema”, nos decía López Cheda.