Técnicas para que tus hijos aprendan a relajarse atendiendo a su personalidad y a su edad. Silvia Álava para «HOLA»
Llevamos un ritmo de vida trepidante, por lo que no es extraño que, en estos últimos años, el estrés se haya convertido en nuestro peor compañero, y las técnicas de relajación unas buenas herramientas para intentar combatirlo. Sin embargo, en muchas ocasiones nos olvidamos de que los niños también pueden sufrirlo, y a diferencia de nosotros, los adultos, no suelen contar con los recursos necesarios para controlar sus nervios.
Se trata, al fin y al cabo, de aprender a gestionar sus emociones, y hablamos con la psicóloga Silvia Álava, doctora en Psicóloga Clínica y experta en psicología educativa, de su importancia en la infancia.
Señales que te pueden indicar que tu hijo está estresado
«Los niños suelen tener más estrés de lo que nosotros nos pensamos», nos comenta la psicóloga. Por este mismo motivo, es importante que los padres estén atentos a algunas señales que pueden indicar que el pequeño está más nervioso de lo habitual:
– Problemas para conciliar el sueño.
– Cambios en su apetito.
– Apatía, tristeza, cansancio, irritabilidad…
– Bajo rendimiento en el colegio.
– Se queja con frecuencia de que le duele la tripa, la cabeza… dolores que, tal y como nos explica Silvia Álava, pueden estar provocados por los nervios y por la ansiedad. «Esto no significa que sea un cuento: ese dolor es real, pero la causa no es orgánica».
Por qué los niños están más nerviosos?
No cabe duda de que los más pequeños ven a sus padres comos sus referentes. Sin embargo, «es cierto que en ocasiones, sin darnos cuenta, les estamos sometiendo a un nivel de intesidad de horarios, de rutinas… los adultos les transmitimos ese ritmo de vida frenética a los niños«, detalla la psicóloga. La especialista también apunta a que existe una diferencia clave entre ambos: que los niños, a diferencia de los mayores, no tienen estrategias para poder superarlo.
Para ella, los progenitores son una buena fuente de regulación emocional, y su actitud resulta fundamental. Sobre todo, dadas las circunstancias excepcionales que estamos viviendo. «Hay padres que no es que no estén preocupados por sus hijos, sino que les cuesta asimilar todo lo que está ocurriendo, y no son capaces de atender a sus necesidades emocionales», señala.
A esto se pueden sumar otras causas, tales como:
– Miedo al contagio.
– No saber manejar la incertidumbre, ya que no sabemos lo que va a pasar, lo que vamos a poder o no hacer.
– Pérdida de rutinas.
Aprender a relajarse siempre es bueno
La experta incide en que no hay que esperar a que haya un problema para enseñar a los niños técnicas de relajación.
Gracias a ellas, lo que hacen es regularse emocionalmente. Se trataría, en definitiva, de una habilidad de inteligencia emocional: aprenden a percibir sus emociones, a ser conscientes de lo que sienten ellos y los demás… Al final, «entienden que la emoción no es buena ni mala, sino que les da información de lo que está pasando, y que tienen que prestarle atención, no ignorarla», apunta.
De este modo, dispondrán de técnicas para manejar sus emociones, consiguiendo potenciar las agradables (como la alegría, la calma o la seguridad), regular las desagradables (como la tristeza o el miedo), y bajar la instensidad cuando sea necesario.
Un aprendizaje que les servirá durante la infancia, pero también en su etapa adulta.
Su edad y su personalidad, dos factores a tener en cuenta
Silvia Álava desvela que, antes de escoger una técnica de relajación, los especialistas tienen en cuenta dos factores:
– Su edad, puesto que un pequeño de siete años no se relaja de la misma manera que los de 10 a 12, por ejemplo.
– Su personalidad. La psicóloga detalla que tampoco se puede aplicar la misma técnica en un pequeño más activo que en otro con una personalidad más tranquila. Y es que, probablmente, los primeros experimentarán más dificultades a la hora de concentrarse y fijar su atención.
Para los más tranquilos: estrategias de una mayor duración
Silvia Álava nos revela que con los pequeños cuya personalidad es más calmada, se suelen aplicar las siguientes técnicas, que, advierte, han de ser instruidas por un especialista:
– Técnica de Koeppen, que consiste en tensar los músculos, poco a poco, muchas veces desde los pies hasta la cabeza, para después destensarlos.
– Visualizaciones de imégenes mentales. Imaginarse en una playa, en una montaña…
– Mindfulness, prestando atención a su cuerpo y a la respiración. Gracias a ella, logran crear esa atmósfera de calma que tanto requieren.
Para los más ‘movidos’: mejor las técnicas de corta duración
Principalmente porque, tal y como expresa la psicóloga, hemos de tener en cuenta que les va a costar mantener su atención. Por este mismo motivo, aconseja:
– Técnica por implosión. Parecida a la expuesta anteriormente, pero, en este caso, deben tensar todo el cuerpo de golpe y después relajarlo.
– Imágenes mentales que a ellos les sirvan. La experta resalta que, normalmente, sus imágenes distan mucho de lo que nosotros pensamos que puede ser relajante. Por ejemplo, imaginarse haciendo surf, tirándose por una pista de esquí… «A este tipo de niños estas imágenes sí que les relajan», y tenemos que entenderlo.
La respiración diafragmática, la fórmula ‘infalible’
Silvia Álava asegura que existe una técnica casi ‘universal’, que suele funcionar muy bien con todos: la respiración diafragmática. Básicamente se trata de respirar, no sólo llevando el aire en los pulmones, sino hinchando el diafragma, con la tripa.
El secreto de su éxito, desvela, es que es una técnica muy sencilla y fácil de aprender. De hecho, admite que es la que más enseñan los psicólogos, y se puede utilizar en cualquier situación.
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