¿Seremos mejores cuando pase la pandemia o se impondrán el egoísmo y la desconfianza?. María Jesús Álava Reyes para El Mundo
Dicen que, cuando todo esto acabe, seremos mejores. Que el impacto de la pandemia hará que ofrezcamos nuestra mejor cara como individuos y, también, como sociedad. Las muestras de solidaridad se repiten consecutivamente como un goteo incesante.
Las ventanas se han llenado de arcoíris. Y los aplausos siguen copando, puntuales, los balcones a las ocho de la tarde. Pero, en lugar de aplausos, de algunas manos han brotado mensajes amenazantes dirigidos al personal sanitario y a los empleados de los supermercados. El miedo a un posible contagio ha provocado que, en lugar de agradecimiento, varios de estos trabajadores hayan encontrado desprecio y rechazo al regresar a sus casas.
Para la psicóloga María Jesús Álava, gestos como estos son la evidencia de un comportamiento «absolutamente egoísta», y aboga por una respuesta «contundente», no sólo desde el punto de vista social, sino también legal. A su juicio, situaciones como la que actualmente vivimos acentúan la ingratitud de las personas que, de por sí, ya tienden al egoísmo.
Lo mismo ocurre con la generosidad en quienes, de base, son desprendidos. «Esta experiencia va a servir para que muchas personas tengan un punto de aprendizaje importante, en cuanto a valorar las cosas sencillas de la vida. Ahora, en la mayoría de los casos, esta mayor sensibilidad existirá durante algunos meses, hasta que nos sintamos totalmente seguros» , asegura. «Mientras siga la incertidumbre, la gente tendrá una mejor actitud, más sensible, más generosa y más colaborativa. En líneas generales, en el momento en el que esto aparentemente pase, muchos olvidarán lo sucedido y volverán a sus hábitos de siempre».
Pese a que considera que en esta crisis «está faltando un referente claro» y que, ante situaciones como esta, «el liderazgo debería ser científico, no político», Álava, autora de títulos como La inutilidad del sufrimiento (La Esfera de los Libros), confía en que la sociedad «empiece a relativizar, a disfrutar de las pequeñas cosas que llenan nuestro día y día».
Algo parecido opina David Haro, educador social: «De una pandemia con más de 20.000 muertos no podemos romantizar nada, pero sí podemos aprender mucho. Es necesario pararnos a pensar qué ha pasado, cómo hemos respondido y cómo afrontar el futuro a todos los niveles», sostiene. «Nos estamos dando cuenta de las necesidades reales e, incluso, de los hábitos de consumo innecesario. La pregunta real es si queremos volver a la normalidad anterior o aprovechar este momento para crear modelos de vida que merezcan más la pena ser vividas«.
Digerir y revertir la situación en un escenario del que poder extraer algo es también clave para Brianda Portalatín, psicóloga sanitaria especialista en procesos relacionales. «Si tenemos suerte, conseguiremos crear algo nuevo, que nos deje su poso y que seamos capaces de manejar. Si no, tendremos que ver cómo gestionar lo que estamos viviendo, porque hay algo a lo que no vamos a volver. La vida seguirá, pero hay distintas pérdidas que tendremos que enfrentar. Nacerán cosas nuevas (ya están naciendo), pero ahora mismo estamos en la incertidumbre y tenemos miedo porque no sabemos lo que vendrá después. Los recursos en los que estábamos instalados se han conmocionado y va a ser un camino inexplorado, a dibujar y recorrer juntos».
Este «juntos» pasa, según respalda Haro, por afrontar la situación generando sistemas sociales comunes que pongan la vida en el centro, sin dejarnos arrastrar por el individualismo y el «sálvese quien pueda» . «La pandemia ha hecho saltar por los aires todas las costuras del sistema y nos ha puesto como sociedad frente a un espejo», asegura. «Estamos pudiendo observar aquellos trabajos que son fundamentales para el desarrollo de la vida social -y económica-, y que, casualmente, son precarios y, en su mayoría, mal pagados».
Por su parte, Portalatín recuerda que atravesamos momentos «de ansiedad desbordante», por lo que es recurrente ver cómo, además de encerrarnos, también nos cerramos en nosotros mismos. «Literalmente, lo hacemos, como se cierran las ciudades. Mantenemos abiertos nuestros servicios mínimos.
Por eso es necesario recordar que no pasa nada si no nos encontramos bien, si no podemos ser creativos y productivos (como todos los demás en Instagram). Pero, sin prisa, cuando podamos, si queremos cuidarnos, vamos a tener que mirar para dentro, preguntarnos y descomponer esta experiencia que, aunque es compartida, cada uno de nosotros la estamos viviendo de manera única. ¿Seremos mejores o peores? Creo que bastante tendremos con ser. Vamos a tener que reestablecer la confianza en nosotros (en nosotros mismos y en los otros) y eso no va a ser fácil».