Las consecuencias positivas del confinamiento para los adolescentes. Ángel Peralbo para «Ser Padres»
Al contrario de lo que se pudiera pensar a priori, pasar encerrados varios días en casa podría ser una vía de acercamiento entre los adolescentes y sus progenitores. Los primeros, además, pueden experimentar otros aspectos positivos.
La Real Academia Española define el verbo confinar en su segunda aceptación como “recluir algo o a alguien dentro de límites”. Una definición que casa a la perfección con la situación actual que se vive en diferentes países a nivel mundial.
Aunque se trata de un confinamiento controlado por parte de las autoridades sanitarias como medida de contención de la pandemia del coronavirus, las consecuencias físicas y psicológicas de no poder salir a la calle aumentan de manera considerable con el paso de los días. Si las primeras atienden a conceptos relacionados con la obesidad y el sendentarismo, mientras que en la segunda entran en juego el estrés, la ansiedad y las diferentes emociones negativas que pueden salir a relucir al verse coartada la libertad de movimiento.
Consecuencias que no todos los grupos de población sufrirán de la misma manera. Algunos, como los niños o adolescentes, pueden tener, en ocasiones, cierta tendencia negativa a saber gestionar los cambios de humor o la permanencia en casa. Aunque, eso sí, el confinamiento para el segundo grupo podría tener, a su vez, diferentes consecuencias positivas a nivel de desarrollo y autoconocimiento. O, al menos, así se atreve a confirmar Ángel Peralbo, director del área de adolescentes y jóvenes del Centro de Psicología Álava Reyes y autor del libro ‘Adolescentes: tu hijo no es un enemigo’ (Ed. Esfera de Libros).
“Aunque en los primeros momentos los adolescentes no toleraban bajo ningún concepto la idea de quedarse forzosamente en casa, ahora han descubierto que debe ser así y que en casa también pueden estar a gusto”, afirma. En concreto, según el experto, han encontrado en las redes sociales un recurso ‘antiaislamiento’ y en pasar tiempo en casa, una oportunidad perfecta para establecer una buena relación con los familiares y para encontrar calma interior.
Consecuencia positiva que se ve completada, de acuerdo a Peralbo, con la novedad de encontrarse con sus propios límites, conocerlos y familiarizarse con ellos. “Algo muy importante es que detectan las emociones propias ante los momentos difíciles, como su tolerancia a la frustración o su rabia, y las aceptan como consecuencia de la situación que les viene impuesta”. Es desencadenado de esto que estén surgiendo oportunidades para mejorarse a sí mismos y mejorar su relación con las personas que les rodean y que están en la misma situación.
La ayuda de las familias
Pese a estas consecuencias positivas, será muy común y muy normal en estos días que los adolescentes experimenten otras emociones básicas negativas como los cuadros de ira o rabia. La segunda está ligada a la frustración que sienten al ver cómo sus planes se han ido al traste o cuando sienten impotencia por no poder salir o callejear. Además, habrá momentos de saturación familiar y discusiones de convivencia que pueden desencadenarlo.
“En estos casos, lo mejor por parte de los padres es evitar caer también en el enfado y buscar la fórmula de regular la convivencia”, comenta el experto. Según él, actuar de esta manera, facilitará el hecho de que los adolescentes acepten y aprendan de sus emociones negativas como primer paso hacia la autorregulación.
Además de ello, Ángel Peralbo también señala que este tiempo de confinamiento puede ser la oportunidad perfecta para recuperar la conexión perdida entre familia y adolescente. ¿Cómo? Tomándose el periodo como una oportunidad y un espacio de tiempo para conocer a nuestro hijo. “Debemos entender estos días como una oportunidad para utilizar el lenguaje no verbal en el que predomine la comunicación centrada en entender lo difícil que puede ser para el otro la situación”. Eso sí, haciendo hincapié en la necesidad de preservar el espacio que todos necesitamos y ser muy cuidadosos con los tiempos que necesita cada persona, evitando recurrir a las prisas. “Llegue cuando llegue, el mejor momento para hablar con los adolescentes es cuando ellos estén dispuestos a entrar en la conversación”.
El ‘contrato de conducta’
De hecho, Ángel Peralbo especifica aún más en la manera en que las familias podemos mejorar la convivencia dentro de casa. Apela el término ‘contrato de conducta’ para hacerlo posible. “Para evitar que las familias estén constantemente repitiendo cosas y tareas, será mejor establecer un pacto por escrito que recoja la necesidades básicas, a modo colaborativo, que se espera de cada uno”. En él, de acuerdo a las palabras del experto, habrá cuestiones de orden común, de obligaciones caseras, de estudios o responsabilidades individuales que deberán estar lo suficiente definidas para evitar ambigüedades que puedan dar lugar a discusiones.