Rafael Romero para el diario «La Razón»: «Anclarse en el dolor es un error, pero enemistarse con él lo es aún más»
«Soy mayor y he tenido muchos problemas, la mayoría de los cuales nunca sucedieron»
Nuestro compañero, Rafael Romero, nos trae su nueva novela «El rumor del olvido«. Rutina, relaciones familiares, muerte, pornografía, amistad, matrimonio, suicidio, homosexualidad, trastornos de la alimentación, hastío, el paso del tiempo, etc. Rafael Romero, se acerca sin temor a temas universales y los entrelaza a través de una maravillosa e intrigante historia de misterio.
Un hombre se despierta en Madrid sin recordar nada de su pasado y teniendo que volver a aprender las funciones más elementales para vivir. A partir de ese comienzo, el escritor y psicólogo Rafa Romero se plantea en su nueva novela las preguntas esenciales.
–¿Por qué un psicólogo escribe ficción?
–Mi trabajo es apasionante, pero si nada está a salvo de las garras de la rutina que todo lo devora, por qué iba a estarlo mi profesión. La ficción es muy divertida, me mantiene despierto por las noches, y las estrellas solo pueden contemplarse en la noche. En cualquier caso no diría que mis libros son de ficción, de hecho son tan realistas que tengo que adornarlos de ficción para no provocar una indigestión psicológica al lector.
–¿Un libro de García Márquez salva?
–Nada salva, ni siquiera el enorme García Márquez. Los libros, las personas, los lugares, en el mejor de los casos son tablones a los que agarrarse en medio del océano, un suspiro en la tormenta. Pero uno no se abraza a un viejo y raquítico madero y sobrevive una semana en la mar, tiene que nadar. Y eso nadie puede hacerlo por ti.
–El libro trata sobre el olvido, ¿podemos olvidar lo que somos?
–¿Acaso no lo hemos hecho ya? Vale que aceptemos que no sepamos a dónde vamos; qué remedio que aceptar que jamás sabremos de dónde venimos, ¡pero aceptar no saber ni dónde estamos! Los tres tiempos verbales, pasado, presente y futuro, tienen sus ventajas e inconvenientes. No hay que idealizar ni anclarse a ninguno de ellos, hay que disfrutar y honrar los tres. Vivir solamente para el presente es convertirse en esclavo de un niño tirano que siempre quiere más. El pasado son las raíces necesarias para dar equilibrio al presente y al futuro; y si no dedicamos a éste el tiempo necesario nuestra esencia se vuelve volátil.
–¿Qué hacemos con el dolor, lo olvidamos?
–Cómo avanzar si no. Es un error anclarse en el dolor, pero enemistarse con él lo es aún más. El dolor, la incertidumbre, la muerte, están puestos ahí para algo. El dolor debe ser un recordatorio que entre lágrima y lágrima nos ayude a exprimir el tiempo del que disponemos a manos abiertas. Si no hay dolor, el placer no existiría. La vida es contraste. A mí, personalmente, esta teoría me parece una mierda, pero es la que tengo.
–¿Se puede cambiar de vida?
–¡Para qué! Eso sería afirmar que la vida que gastas no vale la pena. Yo no ayudo a mis pacientes a cambiar de vida, ni puedo ni lo deseo; únicamente buscamos que moldeen algunas de sus aristas. Con esto es más que suficiente.
–¿La zona de confort nos impide ver más allá?
–La zona de confort es una auténtica gozada, sobre todo cuando sales de ella y después de pasar algunas «penurias», regresas. Qué maravilla cuando das un paseo por un bosque en invierno y al llegar a casa enciendes la chimenea. Parece que los grandes placeres requieren venir de grandes molestias. Otra teoría que me parece una porquería, pero que me temo que no por ello es falsa. ¿Nos impide ver más allá o es que no queremos ver más allá? Somos una especie mayormente cobarde y cortoplacista hasta que nos tocan las narices. Entonces no hay quién nos sople.
– «Lo más horrible que sucede es creerse que van a suceder cosas horribles», se lee en el libro.
–Hay una frase que leí de algún sitio que uso muy a menudo: «Soy mayor y he tenido muchos problemas, la mayoría de los cuales nunca sucedieron».
–Es una novela también de relaciones familiares. ¿La familia es un peso o una liberación?
–Pues como con todo depende de cómo juegues tu mano y de las cartas que te hayan tocado en el reparto. Ahora bien, una familia medio bien avenida es una liberación, un punto de anclaje dentro del sordo e inmenso universo.
–¿Se pueden entender padres e hijos?
–Claro. Lo más difícil es entenderse a uno mismo. Se dispone de demasiada información.
–En el libro, sin desvelar mucho, el mundo se dirige hacia una apocalipsis, ¿vamos hacia eso?
–Todos los imperios han caído, todo empieza y acaba, la vida son ciclos. Tengo cuarenta y un años. Debo ser de la única generación en la historia de la humanidad que ha conocido esta bacanal de progresión constante desde el día que nació. No sé cuánto durará, pero mi sentido común me dice que la ola, antes o después tiene que caer. Por otro lado esta es la única forma de dejar que se formen otras nuevas que vengan por detrás.
Rafael Romero es licenciado en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid. Tras trabajar como terapeuta de familia y pareja en la Asociación de Mediación e Intervención Familiar de Castilla la Mancha, desde el año 2002 su trabajo se divide en dos áreas: la práctica clínica profesional, tratando a personas con todo tipo de problemas emocionales, y la docencia, formando a otros psicólogos en psicología clínica en un nivel de postgrado. Miembro de la Junta Directiva de la Asociación Española de Terapia Cognitivo Conductual Social (ASETECCS) desde 2003, es autor de varios libros de ayuda y autoayuda como “Con permiso del viento. Déjame ayudarte a tener un buen día” (Editorial Círculo Rojo), “Un día de Terapia. Radiografía de las emociones” (Editorial Desclée de Brouwer), “Legado. El arte de dirigir tu vida” y “Diario terapéutico de un extraterrestres. Guía para humanos” (ambos editados por Corona Borealis).
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