Propósitos de año nuevo (esta vez de verdad), o sobre cómo el cortoplacismo y la dopamina no te dejan aprender inglés.
María A. Sopeña Font.
Madrid.
¿Cómo puede ser? Pero si ya es enero! ¡Qué rápido pasa el tiempo! ¡Si ayer mismo era verano!, etc, etc, etc.
Y sí, efectivamente: ayer mismo era verano, y a la vuelta seguro que ya te enfrentaste a los “propósitos de la vuelta al cole” con mejor o peor suerte. En el mejor de los escenarios, posiblemente, sigas yendo al gimnasio, o hayas perdido peso, o mejorado algo tu inglés (los propósitos más típicos en nuestro país); pero si formas parte de la inmensa mayoría silenciosa que agacha la cabeza y paga religiosamente su gimnasio sin ir, no desesperes, porque no estás solo.
No somos nuevos en esto de buscar y localizar puntos de inflexión en nuestra vida. Está en nuestra naturaleza. Vivimos en un familiar y recurrente “El lunes empiezo…” porque parece que las cosas no pueden empezar cualquier día, sino en momentos clave y mágicos como los lunes, o los septiembres (aunque haga 25 años que no coges una tiza), o el comienzo de año… Como éste sin ir más lejos.
No es algo nuevo, como decíamos, buscar momentos de “borrón y cuenta nueva”. Ya desde niños actuábamos así: “Este año estudiaré un poquito todos los días que luego me coge el toro” o “Cogeré los apuntes en limpio desde el primer día que luego son un lío” eran propósitos habituales al comienzo de las clases. Y eran propósitos objetivables, realistas, asequibles… Y siendo como eran ¿por qué no conseguíamos ni siquiera esas metas? ¿Por qué nos veíamos de repente en noviembre, pensando que ya era tarde, y nos conformábamos con la “segunda oportunidad de los propósitos” que suponía enero? ¿Por qué no funcionaba? ¿No eran esos los consejos que nos daban –y nos dan– siempre? Estamos hartos de leer que, para cumplir los propósitos, tenemos que procurar que sean realistas, que se puedan llevar a cabo todos los días, que estemos motivados, que se puedan medir, que sean alcanzables…, y estos lo eran… ¿Qué es lo que salía mal?
En 1986, en Estados Unidos, se llevó a cabo el experimento conocido como “The New Year´s resolution project” (para los que habéis dejado de ir a inglés, “Proyecto sobre los propósitos de año nuevo”). Más de 300 personas llamaron a los investigadores los días 30 y 31 de diciembre para compartir con ellos sus propósitos para el año que empezaba. El experimento es muy interesante (y lo tenéis aquí a vuestra disposición) pero avanzaremos hasta los resultados, que seguro que nos suenan.
¿Cuánto tiempo creéis que los participantes pudieron mantener UN propósito de los que tenían? Sólo UN propósito.
El 25% no llegaron a la primera semana (el estudio no indica si caía en lunes, o no).
El 77% no llegaron a la segunda semana.
El 44% no llegaron a los 6 meses.
Sólo el 8% consiguieron mantener sus propósitos durante un año.
Además, debemos asumir que, al ser interrogados directamente por sus logros, cierto número de participantes podrían, sin duda –¿cómo decirlo?…–, mentir, de manera que los porcentajes de éxito podrían ser incluso menores. ¿Qué ocurre? ¿Qué nos ocurre? ¿por qué no podemos mantener unos simples propósitos aunque los escribamos, los objetivemos…?
Muy fácil. Porque, sencillamente, no estamos programados para ello.
Nuestra mente es maravillosa. Está lista para acometer diversas tareas a la vez, componer música, emocionarse, etc. Es un invento estupendo, y muy rentable por cierto, ya que nosotros no percibimos ni la mitad de los procesos que subyacen a cualquier acto cotidiano. Sin embargo, este funcionamiento no es gratis. Es hora que nos acostumbremos a hablar en términos económicos. Nuestra mente ahorra. Es conservadora. Mejor aún, es práctica. Y es práctica porque piensa a corto plazo. Y esto no es algo que creamos, es algo que sabemos.
Distintos estudios sobre el comportamiento humano han demostrado que la mayoría de las personas prefiere 100 euros hoy a 200 el año que viene, pero que no preferiría 100 euros dentro de un año a 200 dentro de 7 años. ¿Qué explica esta incoherencia? Los neurocientíficos llevan estudiando esto desde hace tiempo, no porque les preocupen nuestros propósitos de año nuevo, sino porque el mecanismo es el mismo que subyace a decisiones económicas, transacciones e inversiones internacionales de bastante peso. Estos científicos han descubierto que cuando la decisión implica una ganancia inmediata, utilizamos principalmente el córtex prefrontal medial, que se encarga del pensamiento automático y emocional y se conecta al sistema regulador de la dopamina en el mesencéfalo, mientras que cuando la elección implica dos recompensas no inmediatas, se usa una parte distinta del cerebro, el córtex parietal, que nos permite tomar una decisión más meditada.
¿Qué quiere decir esto? Que estamos programados y diseñados para funcionar en nuestra contra, ya que siempre tendremos que “superar” ese circuito inicial inmediato para poder llegar a evaluar racionalmente un problema y adoptar la decisión adecuada.
Por cierto, esa dopamina, la culpable de todo, es la misma sustancia que regula que estemos pendientes del móvil cada 3 minutos. Sólo para vuestra información.
Pero os estaréis preguntando si de verdad es esto rentable. Pues sí, para el cerebro, nuestro cerebro, es más económico optar por el sistema cortoplacista, el automático, precisamente porque es así, automático. No necesita más. Acceder a los procesos necesarios para asumir que nos conviene ir al gimnasio como planeábamos en enero, en vez de quedarnos en el sofá, requiere un esfuerzo cognitivo. Darnos cuenta de que es mejor, a largo plazo, comernos el pollo que la tableta, requiere un esfuerzo cognitivo. Y la responsable es, otra vez, la dopamina. El motivo es evolutivo. Esta estrategia nos ha funcionado bien durante miles de años, hasta que empezamos a pensar en términos de “inversión”, “lunes” y “gimnasios”.
Lo bueno es que, sabiéndolo, podemos superarlo. ¿Cómo? Dándonos cuenta de que no somos conscientemente responsables de la decisión de quedarnos en casa, o de no estudiar ese capítulo tan aburrido de Vocabulary, aunque sí lo seamos, y aquí aflora la cuestión de no pensar, de elegir no decidir por nosotros, de conformarnos con lo que “deciden por nosotros”.
Elegimos funcionar en automático, elegimos no tener el control, elegimos que no podemos empezar cualquier día, elegimos que otros decidan por nosotros. Date cuenta.
¿Cómo podemos utilizar esto a nuestro favor?
Piensa qué quieres y piensa por qué lo quieres. Convierte tu objetivo a largo plazo en objetivos a corto plazo. Cada día que no estás más cerca de tu objetivo, estás más lejos, porque la vida no espera. Cada día cuenta.
Date premios. Concédete ese premio inmediato para “engañar” a la dopamina. Puede valer incluso una frase motivante; cualquier cosa, siempre que no vaya en contra de tu propósito.
Planifica con cabeza. No te pongas trampas. Sabes que es fácil ceder al pensamiento “automático”, así que no empieces corriendo 25 km. bajo la lluvia a las 6 de la mañana por más que sea lunes. Sé inteligente. Esta es una carrera de fondo.
Observa. Observa cómo es fácil, facilísimo, caer en el cortoplacismo. Lo vemos todos los días, desde los políticos que promueven medidas que les permitirán rascar unos cuantos votos aunque luego sea peor para todos hasta los padres que prefieren darles de cenar una hamburguesa a sus hijos porque no quieren tener que discutir porque no se coman el pescado. Observa lo fácil que es y siéntete orgulloso de haber conseguido superarlo.
La dopamina no es del todo mala; de hecho, si investigas sobre ella verás que es muy buena, sólo hay que conseguir que trabaje de nuestro lado.
Y a eso te invitamos, a que cojas las riendas de tu año, a que no te conformes con los consejos de siempre y busques siempre algo más, ese algo que esta vez sí que te puede funcionar.
Plántate, esta vez sí que sí (y si quieres, además, escribe tus objetivos en un papel, y procura que sean realistas… aunque después de leer esto sepas que no basta con eso).
¿Y vosotros? ¿Cuáles son vuestros propósitos de año nuevo? ¿Qué pensáis hacer para conseguirlos? Si necesitáis un empujoncito, ya sabéis dónde estamos.