Aprender a ver todo lo positivo que nos rodea en nuestra vida cotidiana: Reorientar la mirada, por Carlos Mateo


Alcanzar la felicidad implica comprometernos con un cambio de actitud, que nos permita aprender a orientar nuestra mirada, y de este modo acabar viendo todos esos detalles y pequeños milagros cotidianos, que a pesar de tener delante de nuestras narices, habitualmente no somos capaces de percibir ni valorar.


Todos conocemos la vieja imagen de la botella con la mitad de su contenido. Hay personas más bien negativas, pesimistas, que sistemáticamente la ven medio vacía, y que incluso no admiten ninguna otra posibilidad de percibirla. Suelen afirmar cosas tales como: “No me cuentes milongas la botella está claramente medio vacía y no me vas a convencer de lo contrario”. Cuando me encuentro con personas así, suelo darles la razón, porque efectivamente es cierto que la botella está medio vacía. Pero a continuación les formulo la siguiente pregunta: “Una vez te he reconocido que la botella está medio vacía, ¿Me puedes demostrar tú a mí de alguna manera incuestionable que no está también medio llena?”. Antes o después mi interlocutor acaba por reconocer la evidencia de que efectivamente la botella también está medio llena.


El ver la botella medio llena o medio vacía, es pues una cuestión meramente perceptiva e interpretativa. Por tanto podemos ver la botella de un modo o de otro. Pero la realidad es que si libre y voluntariamente decidimos adoptar la actitud de ver la botella medio llena, emocionalmente vamos a sentirnos mejor que si la vemos medio vacía, y además no nos estaremos engañando viéndola de este modo.


Lo mismo que hacemos en el caso de la botella, elegir voluntaria y libremente cómo deseamos verla, conscientes de la importancia que ello tiene para nuestros estados de ánimo, es lo que podemos hacer con la realidad cotidiana en su conjunto.


Y este es precisamente el estimulante reto que proponemos a quien desee afrontarlo: aprender a mirar la vida con unos ojos que nos permitan apreciar todas las pequeñas maravillas que nos rodean; aprender a escuchar, a partir de los múltiples y variados estímulos que percibimos con nuestros oídos (música, conversaciones, sonidos de la naturaleza, …), y en definitiva, ser capaces de abrir todos nuestros sentidos, e incluso todos los poros de nuestro cuerpo, para poder captar todos los estímulos agradables que nos rodean en el día a día, por minúsculos o irrelevantes que éstos nos puedan parecer.


En el próximo post veremos el ejemplo de la “hucha emocional” como práctica de entrenamiento que nos permita adquirir esta habilidad perceptiva